Feliciano Gracia Zalaya. Foto: Heraldo de Aragón |
Y me ha parecido oportuno recordar a Feliciano, un campesino de la ribera del Ebro, que supo vivir con humildad y dignidad y que veló para que la memoria de la deportación no se perdiese con el paso del tiempo.
El texto biográfico que sigue corresponde al publicado en: Juan M. CALVO GASCÓN (2008) “Feliciano Gracia Zalaya”
en Who resisted. Biographies of Resistance Fighters from entire Europe
in the Mauthausen Concentration Camp. Viena, Ed.Mauthausen, pp. 401 a 404.
FELICIANO GRACIA
ZALAYA: agricultor de memoria y dignidad
Una placa,
en la biblioteca pública de Gallur (Zaragoza),
recuerda el cariño de sus vecinos al darle su nombre a esta institución cultural.
recuerda el cariño de sus vecinos al darle su nombre a esta institución cultural.
Feliciano nació en esta localidad
zaragozana el 3 de mayo de 1916 y su juventud estuvo ligada a la ideología
socialista, cuyo sindicato, la
Unión General de Trabajadores, estaba fuertemente implantado
en la comarca debido a la presencia de una importante industria harinera. Ocupó
cargos de responsabilidad en las Juventudes Socialistas figurando, en 1936,
como secretario de la agrupación local y
tesorero de su Junta directiva.
Gallur, tras el golpe de estado que
desembocó en la guerra civil, quedó en manos de los fascistas sublevados,
iniciándose una dura represión contra quienes se habían significado por su
republicanismo progresista. Feliciano consiguió evadirse a la zona leal al
gobierno de la República,
lo que le llevó, como a otros millares de combatientes, al exilio.
Cruzó la
frontera francesa el 2 de febrero de 1939, siendo confinado en el campo
de Argeles-sur-Mer y, posteriormente,
formó parte de la 187ª CTE hasta la ocupación alemana. Colaborador con
la resistencia contra los nazis, su detención la resumía con las siguientes
palabras: Yo pertenecía a la resistencia a réseau de Fumel (Lot et Garonne)
en el año 1942, 2 de noviembre, fui cogido por la Huitieme Brigada
Especial de Zuzech (Lot) fui trasladado a Saint Etienne de Toulouse, de dicho
centro a la prisión militar Plaza Fusgole nº 2 de dicha capital, de allí a la
prisión de San Michel, siempre en
Toulouse, en el año 1944 fui juzgado en dicha capital”[1].
Acusado como
resistente fue encarcelado hasta que, a finales de julio de 1944, los alemanes
decidieron evacuar los centros penitenciarios de Toulouse y deportar a buena
parte de los internos a Alemania. Feliciano formó parte del convoy que, el 30
de julio, conduciría a 1.088 hombres -entre los que se hallaban unos
ochenta republicanos españoles- a Buchenwald y 101
mujeres a Ravensbruck.[2].
Ingresó en Buchenwald el 6 de agosto,
asignándosele la matrícula 69.559 y unos años más tarde declaraba sobre su
experiencia y la de sus compañeros en aquel campo nazi: “cuando entrabas al
campo dejabas de ser un hombre te convertías en un número, te despojaban de tus
ropas, te afeitaban como si fueras un animal y a partir de ahí ya no ocurría
nada bueno, lo que importaba era sobrevivir para poder contarlo (...)apenas nos
daban de comer, hacían raciones muy escasas para ver lo que podía resistir el
cuerpo; lo cierto es que muchos murieron agotados, solo les quedaban los huesos
y la piel (...) La gente estaba muy débil, se desplomaba cuando caminaba entre
las calles que unían los distintos barracones, pues pasaban con carros y cogían
los cuerpos como si fueran desperdicios[3].
A pesar de
estas palabras que dejan bien patente el trato inhumano al que fueron sometidos
quienes sufrieron la deportación, Feliciano era consciente de su suerte al
haber obtenido un destino que le mantenía alejado de los trabajos más duros,
pero denunciaba las condiciones de vida y reconocía la imprescindible
solidaridad para sobrevivir: “Allí me tocó trabajar en la lavandería con
montones de ropa que no sé si eran de muertos o de vivos; si el trato no te
mataba lo hacía la comida, nos daban casi siempre caldo, salchichón sintético,
que cada día tenía el gusto que el químico quería darle, un pedazo de pan de
centeno y fécula de patata... de no tener a alguien fuera que te ayudase,
proporcionándote ropas y cobijo; era imposible y si te cogían intentando
escaparte ya sabías lo que te tocaba: ir a la horca acompañado por una orquesta
formada por los propios internos.
En varias de
las cartas de Feliciano, conservadas en el archivo de la Amical española,
encontramos referencias puntuales a su paso por Buchenwal que nos ayudan a
conocer la penuria y los malos tratos a los que fue sometido durante su
internamiento “allí fui golpeado, como todos, y me hicieron una herida en la
cabeza, la cual me ha causado y me causa trastornos y muchas veces pérdida de
memoria[4].
Feliciano
permaneció en el campo hasta su liberación, siendo repatriado a Francia, al
igual que la mayoría de republicanos supervivientes. Regresó a España en mayo
de 1949, reiniciando su vida de agricultor y
afrontando las dificultades por su condición de “rojo republicano” en
aquellos duros años de dictadura franquista,
teniendo que soportar los insultos que, en este sentido, le dirigió
alguno de sus vecinos.
En 1963 se
puso en contacto con los ex-deportados que desde Barcelona
gestionaban la fundación de una asociación para agrupar a los
supervivientes, a las viudas y a los
huérfanos de quienes habían hallado la muerte durante su deportación. En la
primera carta a sus compañeros manifestaba su predisposición y entusiasmo con
la idea: “...cual no es mi satisfacción y alegría al comprobar que hemos podido reunirnos en una amicale de
ex-deportados de Mauthausen, Komandos y demás campos de KL nazis, yo he
estado en el campo de Buchenwald, y
sinceramente me adhiero a dicha amicale que, en
memoria y homenaje de tantos españoles muertos en el susodicho K.L.
nazi, se ha creado o está en vías de constituirse oficialmente[5].
A partir de
estos primeros tiempos del inicio de las actividades clandestinas de la Amical de Mauthausen,
Feliciano participó activamente en varias reuniones y encuentros conmemorativos
que se realizaban con enormes dificultades en la clandestinidad. El férreo
control del régimen dictatorial franquista no iba a facilitar la labor de
aquellos supervivientes cuya presencia y actividad asociativa evidenciaría su
complicidad con la Alemania
nazi. Desde su pueblo, puso en contacto a ex-deportados y familiares residentes
en Aragón con los “gestores” de la Amical con el objetivo de
agruparlos y de facilitarles la gestión de las indemnizaciones a que tenían
derecho, preocupándose también de las familias de los fallecidos, con dificultades económicas, para intentar paliar
su situación.
Muerto el
dictador en 1975, la Amical
española aún tuvo que esperar casi tres años a ser legalizada y poder
desarrollar sus actividades con plenos derechos. La primera asamblea legal de
la asociación se celebró el 7 de mayo de 1978 y al año siguiente Feliciano fue elegido vocal de la Junta directiva. Su participación y colaboración se mantuvo a
lo largo de los años ostentando la representación de la asociación en Aragón,
labor que compartió con Julio Casabona Marías (Mauthausen, 4515).
Ambos desarrollaron una importante labor en su región natal promoviendo
reuniones, asambleas, homenajes, erección de monumentos,... con la clara
intencionalidad de mantener viva la memoria de los republicanos aragoneses que
habían encontrado la muerte en los campos nazis.
A lo largo de
su vida Feliciano mostró un gran interés por la cultura lo que le llevó a donar a la biblioteca pública de la localidad una
variopinta muestra de literatura nacional e internacional, libros de historia
universal, cuentos infantiles,... Un año
después de su muerte, ocurrida el 10 de mayo de 1997, el Ayuntamiento de Gallur
puso el nombre de “Feliciano Gracia” a su biblioteca municipal “como
reconocimiento a su persona ...cuya vida fue un ejemplo de lucha por las
libertades y la democracia..
Al acto
oficial que se celebro el día de San Jorge de 1998, una jornada de especial
significado al coincidir la celebración del Día de Aragón con el Día del Libro,
asistieron numerosos familiares y amigos de Feliciano entre los que se
encontraba una representación de la
Amical encabezada por Antonio Roig (Mauthausen, 5.722) quien
glosó la figura de Feliciano como "un hombre de bien, generoso, que
siempre estuvo dispuesto a trabajar por la paz"[6].
***
Feliciano
Gracia fue un hombre sencillo que se vio arrastrado por los avatares de la
historia europea por ser consecuente con sus ideales juveniles de justicia
social. La ola de sinrazón que azotó la Europa de los años 40 le dio a conocer lo más
execrable de la condición humana. Superviviente del horror, nunca olvidó las
calamidades y las ultrajes padecidos. Desde su regreso a Gallur, en plena
dictadura franquista, siguió trabajando como agricultor, con dignidad y
esfuerzo, pero sin olvidarse del trato inhumano recibido en sus propias carnes
y, menos aún, de los compañeros que padecieron deportación y muerte en los
abominables campos nazis, dedicando tiempo, esfuerzo y trabajo, hasta su
muerte, por mantener viva su memoria en pro de la Paz y de los Derechos
Humanos.
[1] Archivo Histórico Amical de Mauthausen
(A.H.A.M.): Feliciano Gracia. Carta
9-5-1966
[2] Fondation pour la Mémoire de la Déportation: Llivre-Memorial des déportés de
France.... tome. II. Ed.
Thiresias. París, 204 (pág. 1.382)
[3] Una
solitaria lucha contra el olvido. Heraldo de
Aragón, 5-2-1995. Declaraciones recogidas en este diario regional con motivo de
la recaudación de fondos para asistir a los actos de homenaje del 50
aniversario de la liberación de los campos.
[4] A.H.A.M.: op cit. 20-7-1970
[5] A.H.A.M. op. cit: 5-4-63.
[6] Gallur. Revista local, nº. 14. Marzo-Abril 1998.
Interesante y emotivo recordar a Feliciano Gracia y su sufrimiento durante los años en el exilio. Gracias por traernos a la memoria su biografía.
ResponderEliminar