sábado, 6 de junio de 2015

MARÍA FERRER ("Conchita")

Esta zaragozana había nacido en Langa del Castillo en diciembre de 1897 y de joven emigró a Francia siendo, por lo tanto, una emigrante económica con residencia familiar en la ciudad de Toulouse, donde su marido trabajaba en la Prefectura. Ambos participaron en la Resistencia contra los nazis elaborando documentación, labor de la que se ocupaba el marido de “Conchita”, nombre con el que se le conocía, hasta que acabaron siendo detenidos por los alemanes.

A María la detuvieron en su domicilio y fue trasladada a la prisión de Toulouse, siendo sometida a interrogatorios, maltratada y golpeada para que denunciase a los compañeros que formaban el grupo de resistentes en el que participaban ella y su marido. Por el testimonio que dio a Neus Catalá, sabemos que permaneció unos cuatro meses en aquella prisión desde donde fue trasladada a Romainville (cercanías de París) para ser deportada a Alemania en un convoy, formado por 51 mujeres, que partió de París el 14 de junio de 1944.

Este grupo de resistentes fue conducido en primera instancia al campo de Neuebremm (Sarrebruck) donde llegaron el mismo día 14 de junio. Unos días más tarde, el día 23, “Concita” junto a otras 45 compañeras del mismo grupo, fue trasladada a Ravensbruck en unos vagones de ganado, sin condiciones higiénicas e ingresaron en el “campo de las mujeres” el día 26. A María le correspondió la matrícula 43222.

Como todas las personas que lograron sobrevivir, en la memoria de María quedaron marcadas para siempre aquellas primeras horas transcurridas en el campo. En el relato que hizo a Neus Catalá, recordaba cómo la obligaron a desnudarse y a desprenderse de todo lo que llevaba encima: La alianza no me la podían sacar y me dijo la alemana: “Sáquesela con un poco de jabón, porque si no le cortarán el dedo”. Me dieron un poco de jabón y pude sacarla, y ya no la he visto más. Cortaban el pelo a las que llevaban piojos, pero yo no tenía y no me lo cortaron; tengo que decir la verdad de lo que pasaba, a mí no me cortaron el pelo, porque no tenía piojos”.

No permaneció mucho tiempo en Ravensbruck puesto que en el mes de agosto un numeroso grupo de internas fue trasladada hasta Leipzig, un kommando dependiente del campo de Buchenwald, donde fueron destinadas al kommando HASAG, un complejo industrial en el que se fabricaban obuses destinados a abastecer al ejército alemán.

En este nuevo destino coincidieron un grupo de ocho españolas y gracias al testimonio de la superviviente Mercedes Núñez Targa conocemos cuales fueron los trabajos forzados a las que fueron sometidas, su incierta situación, así como la camaradería y la solidaridad que lograron mantener entre ellas y con otros internos. Núñez Targa recordaba perfectamente a María de quien señalaba su valentía y sentido del humor, a pesar de las condiciones de esclavismo a las que eran sometidas: “Nuestra decana, Conchita, era una baturrica, mujer de unos cuarenta y tantos años, que no perdía nunca su sonrisa ni el buen humor. Ella y su marido habían facilitado papeles a la resistencia. Desde muy joven vivía en Francia, hablaba una pintoresca mezcla de castellano y francés: “Arrivaron los alemanes, arretaron a mi marí, volaron las pulas y tuaron el chien. ¡Qué malor!” (Llegaron los alemanes, detuvieron a mi marido, robaron las gallinas y mataron el perro. ¡Qué desgracia!)... Nuestra Conchita cantaba jotas como los ángeles y eso sí que lo hacía en castellano puro y buen aragonés. Era un poco nuestra madre.

En este complejo industrial sufrieron penalidades de todo tipo: inacabables formaciones de revista, golpes, explotación, hambre,...Durante la primavera de 1945, las internas sabían del avance de las tropas aliadas por el territorio alemán e intuían próxima la derrota del nazismo, pero para ellas su futuro personal era totalmente incierto. Durante la segunda semana de abril, los vigilantes abandonaron las instalaciones y aquellos hombres y mujeres, que tanto había sufrido, esperaban expectantes los acontecimientos: “Cuando los americanos liberaron el campo... Yo los esperaba todos los días. Los alemanes se fueron todos. Entonces pusimos un trapo blanco. Los americanos nos trataron muy bien. Yo les pedía pan. Pan, porque teníamos mucha hambre. Luego nos montaron en trenes especiales y nos trajeron a París, al hotel Lutecia, que es donde íbamos a parar todos los deportados. Yo entonces pedí volver a Toulouse.

Pero la vuelta a casa de María no fue fácil. Nada sabía de su marido, se encontraba en la más absoluta pobreza puesto que, al ser detenida, le habían saqueado la casa, no tenía nada y se veía obligada a trabajar para poder comer. Poco tiempo después de su regreso a Toulouse, fue convocada a la alcaldía donde le comunicaron la muerte de su marido a manos de los alemanes.

Nada más sabemos de esta compatriota deportada. El contacto que mantuvo con las supervivientes a lo largo de los años explican el que su testimonio fuese recogido, décadas más tarde, por Neus Catalá en su libro “De la Resistencia y la Deportación” lo que nos ha permitido, junto a los recuerdos de Mercedes Núñez, conocer algo sobre su identidad y su estancia en los campos hitlerianos.