domingo, 29 de diciembre de 2013

RECORDANDO A LOS CANFRANEROS DEPORTADOS: Luis Maldonado y Teodoro Troitiño


Colocación de la placa en Canfranc (julio 2013)
Durante los últimos años en diferentes localidades aragonesas, se han realizado homenajes, jornadas o se han colocado placas con el nombre de las víctimas republicanas asesinadas durante la Guerra de España o en la posguerra.  En algunas de estas placas se nombran a las personas que fueron deportadas a los campos nazis y también encontramos lugares donde, bien sea por la sensibilidad y compromiso de las corporaciones locales, por los familiares o por particulares interesados, se ha querido recordar específicamente a aquellos vecinos que sufrieron, durante su exilio, la deportación a los campos de la muerte alemanes. Ese es el caso de la población de Canfranc donde, mediante subscripción popular, el pasado mes de julio, se colocó una placa en la Casa de Cultura en recuerdo de los dos canfraneros que fueron deportados a los campos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La iniciativa se había ido concretando a finales del año anterior y para su difusión los promotores abrieron una cuenta en una red social (https://www.facebook.com/CanfrancMemoria), para difundir aquella idea inicial que tenía “como objetivo rendir homenaje a la memoria de dos vecinos de Canfranc (Luis Maldonado Aragüés y Teodoro Troitiño Álvarez) asesinados en los campos de exterminio nazis por sus actividades políticas”. La iniciativa también explicitaba otro objetivo, no menos importante, con proyección de futuro como era el “que las atrocidades que sufrieron no caigan jamás en el olvido”. En el siguiente enlace se puede visualizar un vídeo del momento:
Como aportación al conocimiento concreto de estos dos vecinos de Canfranc, me ha parecido oportuna dedicarles esta entrada del blog. Más aún, cuando de uno de ellos, Luis Maldonado, hoy se cumple el aniversario de su fallecimiento en Gusen (29 de diciembre de 1942) y también porque la nota biográfica de Teodoro es una de las que recogí en el libro “Itinerarios y entidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis”

Luis Maldonado Aragüés: De la identidad de este canfranero poseemos muy pocos datos. Sabemos que había nacido 25 de agosto de 1913 y que participó en la Guerra obteniendo el grado de sargento del cuerpo de artillería a principios de 1937. Su itinerario en el exilio debió ser paralelo al de la mayoría de los republicanos que fueron deportados a Mauthausen: campos del sur de Francia, detención por los alemanes en la primavera de 1940, internamiento en un campos de prisioneros de guerra (stalags),… Luis estuvo preso en stalag VII A ubicado en las cercanías de la población de Moosburg y desde allí fue deportado al campo austríaco en el primer convoy de republicanos con destino a Mauthausen, donde ingresó con la matrícula 3368 el 6 de agosto de 1940. Permaneció en el campo central hasta su traslado al cercano campo de Gusen el 17 de febrero de 1941 (matrícula 9977) donde penó hasta su muerte el 29 de diciembre de 1942, a los 29 años de edad. Su padre José Maldonado Macías residía en Francia en la localidad de Vernoy, situada al sur de París.

Placa colocada por el conde Renaud en Hecho
Teodoro Troitiño Álvarez (Tino) : Gracias a los listados de la FMD conocíamos su nacimiento en Canfranc, su deportación al campo de Neuengamme y la fecha de su muerte en el de Ravensbruck  y-  reapareció de nuevo, de una forma inesperada al encontrar en Internet un referencia sobre la colocación de una placa en 1999, en la villa de Hecho, para dejar constancia del agradecimiento del conde Renaud de Changry a quienes le ayudarona cruzar la frontera francesa, en febrero de 1944. La búsqueda en la Red nos llevó a un artículo de Adela Alcázar González publicado en la revista Jacetania (nº 14) y a su vez a una comunicación presentada por ella misma en el VII Congreso de Caminalia, cuyos texto respondían a la curiosidad despertada en la autora sobre la historia que ocultaba aquella placa y que nos ha dado un visión indirecta pero significativa sobre la personalidad de Teodoro, cuyo nombre completo era Teodoro Troitiño Álvarez y nació en Canfranc el 24 de abril de 1917. Su padre, José Troitiño, era originario de Pereira (Pontevedra) y su madre, María Álvarez, había nacido en Riudecañas (Tarragona). El padre era cantero y el domicilio familiar lo tenían en Los Arañones,  donde se estaba construyendo la estación internacional.
Desconocemos todo sobre la infancia y primera juventud de Teodoro, así como el destino de su familia. En 1944 Teodoro residía en la población francesa de Accous situada a unos 30 kilómetros al norte de Canfranc. Aunque también cabe la posibilidad que su presencia en el país vecino fuese consecuencia del exilio republicano.

El conde Renaud de Changry, huyendo de los alemanes, desde Bélgica se dirigió a los Pirineos con la intención de llegar a Inglaterra a través de España y Portugal. Su peripecia y la del grupo que se formó en Pau, la hemos conocido gracias a los artículos citados donde Teodoro (Tino) figura como uno de los dos guías que les ayudó a cruzar la cordillera a principios del mes de febrero de 1944. El grupo, compuesto por 23 personas de diferentes nacionalidades, vivió momentos de peligro en los que Teodoro dio muestras suficientes de arrojo y valentía tanto para enfrentarse a las dificultades del trayecto, como para zafarse de las patrullas alemanas en medio de la noche y de la niebla. Lograron su objetivo y por el Puerto de Palo llegaron hasta el Valle de Hecho, en cuyas inmediaciones se despidieron de Teodoro que tomó el camino de regreso a Francia.

Unos meses más tarde Teodoro fue detenido por la policía alemana, con documentación comprometida, y corrió la suerte de otros muchos resistentes que habían caído en manos de los nazis. El 4 de junio de 1944 fue deportado al campo de Neuengamme, desde donde fue transferido al de Ravensbruck. Fue en este campo donde halló la muerte el 24 de abril de 1945, el mismo día en que cumplía 28 años. Tan sólo faltaban unas jornadas para la llegada de las tropas americanas que liberaron el campo.

sábado, 16 de noviembre de 2013

REENCUENTRO EN EL INFIERNO: Brigadistas y republicanos en los campos nazis (II)



Hans Landauer y Pascual Castejón, en Calanda
(La última entrada del blog estaba dedicada a la coincidencia de los Brigadistas con los republicanos deportados al campo de Mauthausen, mencionando alguno de los ejemplos recogidos en los testimonios de diferentes supervivientes. En la entrada de hoy recordamos la coincidencia, en otros campos nazis, de aquellos luchadores antifascistas internacionales con los republicanos deportados)

En otros campos nazis, además del de Mauthausen, también hubo una estrecha colaboración y ayuda mutua  entre brigadistas y republicanos españoles. Sirva como ejemplo el campo de Dachau. Los republicanos que fueron deportados a este campo -situado en las proximidades de Múnich- llegaron procedentes de las prisiones francesas, tras haber sido detenidos como resistentes, o transferidos desde otros campos. El 8 de septiembre de 1942 un centenar de españoles fue trasladado desde Mauthausen, en uno de los “transportes fantasmas”, hacia un destino desconocido -que muy bien podía haber sido la cámara de gas del castillo de Hartheim- pero fueron conducidos hasta Dachau por razones que los propios deportados nunca llegaron a explicarse. Su situación era lamentable, se encontraban desfallecidos, enfermos, exhaustos,…y esos  fueron los motivos por los que habían sido “seleccionados”. Todo indicaba que su fin se hallaba próximo pero, al ser identificados por un grupo de brigadistas, su suerte cambió radicalmente: Pascual Castejón (Calanda 1916-2005) se emocionaba al recordar su encuentro con “Juanito”, un brigadista internacional que había estado en su casa durante la Batalla de Teruel  y que era amigo de su hermano: “Aquel día –decía Pascual- volví a nacer”. “Juanito” no era otro que el nombrado Hans Landauer quien, junto a otros “internacionales” realizó una encomiable labor solidaria, no exenta de peligros, hacia los republicanos que iban llegando a Dachau. El asturiano Prisciliano García  citaba, agradecido, en sus memorias a los brigadistas Oskar Neumann, Bruno Furch, Antón Hackl, Eric Hubmann y al propio  Landauer. 

  
DL / ARCHIVO
Hans Landauer, a la derecha. Foto: diariodeleon.es
Con la liberación de Dachau, en abril de 1945, cuando se desbordaron las emociones y renacían nuevas esperanzas de vida y de libertad, una treintena de republicanos firmaron una tarjeta de agradecimiento en la que escribieron: “a nuestro estimado amigo Hans Landauer como recuerdo de nuestro internamiento en el campo de Dachau. Una amistad solidaria que trascendió más allá de campo: Pascual Castejón, en Calanda, enseñaba con orgullo, en el verano de 2004, una fotografía reciente con su amigo “Juanito” que acompaña esta entrada. Y significativo es el caso del citado Prisciliano , quien salió del campo con muchos problemas de salud, lo que le acarreó una muerte temprana, en junio de 1949: el asturiano había dejado en manos de su amigo Hans unas memorias que el brigadista conservó durante años, hasta que fueron publicadas en España en 2005, bajo el título "Mi vida en los campos de la muerte" y en cuya presentación tuvo un papel destacado el propio Hans. ( foto)

La camaradería, forjada en la lucha contra el fascismo  en los frentes de batalla españoles, se consolidó en el exilio y, también, entre quienes coincidieron en los campos nazis. La relación se ha mantenido desde aquella lejana primavera de 1945, cuando se liberaron los campos, hasta nuestros días. Han sido muchas las ocasiones en que se ha evidenciado esta recíproca comunión a lo largo del exilio republicano. Es suficiente, para demostrarlo, el recuerdo de las palabras que el nombrado Arthur London pronunció durante la inauguración del monumento a los españoles en el campo de Mauthausen el día 5 de mayo de 1962:

fieles a sí mismos, nuestros hermanos los españoles, estuvieron enter los primeros y los mejor organizados de la resistencia ilegal y de la solidaridad internacional en el campo. El elevado valor moral, el coraje y el espíritu combativo, la unión antifascista contra los SS de los deportados republicanos españoles formada por socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas constituyó una aportación de primer orden en nuestra lucha clandestina en el campo (…) Nuestros hermanos españoles que sobrevivieron a la barbarie fascista no han conocido como nosotros la alegría de la liberación de su patria y el retorno a sus casas, diecisiete años después del final de la guerra, ellos están obligados, todavía, a vivir en el exilio”.

lunes, 14 de octubre de 2013

REENCUENTRO EN EL INFIERNO: Brigadistas y republicanos en los campos nazis. (I)


El homenaje más sincero, entre todos los que he recibido, fue el que me hizo un grupo de republicanos españoles deportados, tras la liberación del campo nazi de Dachau.

Estas palabras las dirigió el brigadista vienés a los asistentes al homenaje que el gobierno de Cataluña rindió a las Brigadas Internacionales, el 11 de octubre de 2006. Aquel acto sirvió para recordar a los 35.000 jóvenes que vinieron a nuestro país, desde todos los rincones del Planeta, para defender la legalidad republicana contra el levantamiento fascista del 18 de Julio de 1936. Combatieron, coco con codo, junto al ejército republicano y estuvieron presentes en todos los frentes y en las grandes batallas: Guadalajara, Madrid, Belchite, Teruel, Ebro,...De aquellos valientes, más de 10.000 murieron en combate en tierra española. A finales de septiembre de 1938, fueron desmovilizados y pocas semanas después la población les despedía emocionada por las calles de Barcelona.

Cuando se cumple, durante estas semanas, el 75 aniversario de su despedida, el 28 de octubre de 1938, de diferentes poblaciones españolas nos llegan noticias de actos de recuerdo y homenaje hacia a aquellos jóvenes brigadistas, de los que sólo siguen con vida un reducido número, ante el implacable paso de los años. Como homenaje a su lucha hermanada con los combatientes republicanos he querido recordar su coincidencia posterior en el infierno de los campos nazis, un escenario al que se vieron abocados, ambos colectivos, por su condición de luchadores antifascistas.

Brigadistas Internacionales
A los miembros de las Brigadistas Internacionales, su lucha en España les reafirmó en su convencimiento que, aquella, había sido la primera batalla contra el fascismo internacional en expansión, desde hacía varios años, por todo el territorio de la vieja Europa. Perdida la Guerra de España, un año más tarde de su partida, estalló la Segunda Guerra Mundial y a algunos Brigadistas – que no habían podido regresar a su país, puesto que se hallaban sometidos al poder totalitario de los nazis- les sorprendió en los campos de refugiados compartiendo, con los miles de exiliados republicanos, su internamiento en las playas del sur de Francia.  Otros Brigadistas, cuando comenzó la Guerra Mundial, ingresaron en las filas de la resistencia armada clandestina  contra el ejército del Tercer Reich. Continuando, así, la lucha por la libertad y contra el fascismo que habían iniciado, tres años atrás, en tierras españolas.

En Francia, también coincidieron con muchos exiliados republicanos en el maquis, lo cual no escapó a las autoridades consulares franquistas que intentaban controlar las actividades de los republicanos exiliados. En un informe del Cónsul español, dirigido al Ministerio de asuntos Exteriores con fecha del 14 de septiembre de 1942, se indicaba que en la región de Nantes existían  numerosos refugiados rojos, descubriéndose una vasta organización de tipo militar calcada de las organizaciones similares que funcionaban en la zona roja. Muchos de sus miembros parece ser que formaban parte de las  brigadas internacionales”

Desde los campos franceses, o detenidos como resistentes, grupos de internacionales fueron entregados a la policía política alemana, la temida Gestapo, y consecuentes con el trato hacia los enemigos políticos fueron deportados a Dachau, a Mauthausen, a Buchenwald y a otros campos.

La deportación de los republicanos españoles, que habían sido detenidos durante la primavera de 1940, se inició a principios del mes de agosto de aquel año y continuó, con diferente intensidad,  durante el año y medio siguiente hasta alcanzar la cifra de unos 7.000 hombres. En el campo austríaco, los españoles, coincidieron con camaradas brigadistas, como testimonió el húngaro Esteban Balogh,  quien llegó al campo el mismo mes de agosto, junto a una decena de internacionales y se encontró “con los otros españoles” en el barracón 19. De aquel grupo de brigadistas, la mayoría judíos, sólo sobrevivió Esteban, el resto fueron asesinados por los SS el 11 de octubre de 1940.

La mayor parte de los españoles, deportados a Mauthausen, murieron durante el invierno de 1942 en Gusen, situado a unos cinco km de distancia, donde estaban sometidos a un sistema laboral despiadado, bajo unas temperaturas que podían superar los 20 grados bajo cero. Entre los españoles que consiguieron sobrevivir a aquel invierno, y los llegados posteriormente, hubo quienes consiguieron mejores destinos, lo cual favoreció sus condiciones de vida individuales, al mismo tiempo que les permitió ayudar a sus compañeros de lucha e iniciar la organización embrionaria de una resistencia clandestina.  Algo similar habían llevado a cabo los diferentes colectivos nacionales, entre los que tuvieron una importancia crucial los militantes comunistas, aunque sin superar las reticencias por las diferentes actuaciones y posicionamientos de unos y otros ante el conflicto bélico y el enemigo común. En este sentido, la colaboración entre ellos se vio reforzada por la acción de algunos brigadistas deportados, también, a Mauthausen. Por poner un ejemplo significativo citaremos la llegada al campo de un grupo de internacionales en 1944, entre los que se encontraba el checo Artur London, con residencia en Francia -compañero sentimental de Lise Ricol, brigadista internacional con orígenes familiares en la provincia de Teruel-  que había sido detenido como resistente.  

Artur London y Lise Ricol
Manuel Razola y Mariano Constante, entre otros deportados republicanos, contactaron con estos grupos de brigadistas internacionales desde el mismo momento de su llegada y colaboraron activamente en la formación de un Comité Internacional con el objetivo de coordinar las diferentes estructuras nacionales creadas en el campo. 

La amplia  experiencia clandestina, de Arthur, en el seno del Partido Comunista Francés y sus contactos con los camaradas españoles, además del conocimiento del idioma, facilitó aquella colaboración internacional entre checos, soviéticos, franceses, españoles,... Esta organización fue clave para el control de la situación que se creó en Mauthausen, en los confusos momentos de la liberación, el 5 de mayo de 1945.

Esta relación, que se convirtió en amistad posterior, era reconocía y valorada por el propio Artur London años más tarde (La Confesión), cuando narraba las circunstancias de su llegada a Mauthausen y su posterior estancia en la enfermería del campo al haber caído enfermo:

Ahora veo la llegada a Mauthausen, el 26 de marzo de 1944, de nuestro convoy de cincuenta deportados N.N.. Veníamos del campo de represalias de Neue Bremme, después de un largo viaje de cuatro días sin comer ni beber. Estábamos casi agotados por una marcha de casi seis kilómetros cuando distinguimos a la derecha, la masa sombría de una especie de fortaleza cuyas altas torres y siniestras murallas se destacaban en un cielo color pizarra (…)  En el bloque de la cuarentena, donde hicieron entrar nuestro convoy algunas horas más tarde, un joven español de diecinueve años, llamado Constante, me identificó como antiguo voluntario de las Brigadas Internacionales después de haberme hecho hábilmente dos o tres preguntas. Fue el primero que me manifestó allí la solidaridad y la fraternidad comunista (…) ¡Gracias a él pude, aquel mismo día tomar contacto con camaradas de diferentes nacionalidades”
(…)
Después de la ejecución de Gabler –Brigadista austríaco que había regresado clandestinamente a Austria para seguir luchando contra los nazis y que fue asesinado en Viena- y de mi grave enfermedad, que ocasionó mi traslado al “Revier”, en septiembre de 1944, la dirección del Comité Internacional fue reorganizada. Hoffman –otro brigadista checo- Razola y Hoffman venían a verme todos los días, y me traían, además del consuelo que me procuraba su presencia, noticias y a veces algunas golosinas que habían logrado obtener para mí.

domingo, 15 de septiembre de 2013

AMICAL DEMAUTHAUSEN. Boletín nº 43

(Tras unas semanas de descanso retomo la actividad en el blog)


Ya está editado el nº 43 del boletín "Nunca Más" de la Amical de Mauthausen, en el que se resumen algunas de las actividades desarrolladas por la asociación en los meses anteriores.

Cabe destacar, entre ellas:
- El viaje de homenaje realizado a Mauthausen.
- Un artículo valorativo de la Junta sobre el valor del homenaje a los republicanos en este campo.
- La participación en los actos conmemorativos de la liberación de Buchenwald.
- Una nota biográfica del militar republicano Juan Sáez Tomás
- Diferentes actos realizados en Mollet, Fuencarral, Guadalajara, Brams, Prayols,...
- Recuerdo a Montserrat Roig, Joaquim Amat-Piniella, Clement Mèric,..
- ....

En los siguientes enlaces se accede al Boletín
Castellano: http://www.amical-mauthausen.org/butlletins/boletin-43cast.pdf
Catalán: http://www.amical-mauthausen.org/butlletins/boletin-43cat.pdf

Ver: http://www.amical-mauthausen.org/

sábado, 13 de julio de 2013

"La bibliotecaria de Auschwitz" de Antonio G. Iturbe

Acabo de leer “La bibliotecaria de Auschwitz, un  libro del escritor Antonio G. Iturbe –zaragozano afincado, desde niño, en Barcelona-  en el que narra la vida novelada de Dita Dorachova (Kraus en la actualidad) que fue deportada, junto a su familia y otros miles de judíos checos, desde la ciudad de Praga a Terezin. Posteriormente fueron trasladados a Auschwitz donde Dita participó, con 14 años, en una experiencia inaudita: la colaboración en una escuela clandestina, para varios centenares de niños que se hallaban en el barracón 31 del llamado “campo familiar”. Ella era la encargada de la bibliotecaformada por unos pocos libros conseguidos gracias a la osadía de varios deportados que lograron  ocultarlos. 

El libro de Iturbe reconstruye el mundo sórdido de la deportación, el sufrimiento, la enfermedad, la incertidumbre ante el futuro más inmediato, la desconfianza, la envidia, la muerte,… pero también recoge momentos en los que hubo destellos de amor, de resistencia, de dignidad  y de esperanza en superar lo que parecía imposible de soportar. 

Dita, se había creado un álbum fotográfico mental mediante el cual podemos conocer retazos de su infancia pequeñoburguesa en la ciudad de Praga. Una infancia que se le rompió con la invasión de los alemanes y la implantación de las políticas segregacionistas, que acabaron con una comunidad judía milenaria, con las ilusiones de millares de personas y la muerte de la mayoría  de ellas en Auschwitz.

La biblioteca más pequeña del mundo, con poco más de media docena de ejemplares, se convierte en algo más que un símbolo de lucha por la dignidad de las personas y de su propia supervivencia. Como bien se dice en el libro, la lectura y los libros, no salvan vidas pero sin libros se pierde la humanidad.
Jorge Semprún defendía que sólo desde la literatura se podría hacer una aproximación a algunos de los aspectos del horror vivido y sufrido por los internos en los campos de la muerte.  Antonio G. Iturbide lo ha conseguido y ha logrado una excelente obra donde la experiencia novelada de Dita, se complementa con un planteamiento literario que mantiene la pulsión de la protagonista y la emoción hasta las últimas líneas del texto.

Enlaces:


Dos enlaces con el blog de Antón Castro, que fue quien me recomendó el libro:











domingo, 16 de junio de 2013

ANTONI IBERN EROLES: un siglo de supervivencia (II)


De Mauthausen a Àger
 
Antoni Ibern
Los republicanos liberados en Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, tuvieron que permanecer varias semanas en el campo. Como decía en la entrada anterior, no sabían dónde dirigirse. Hasta un mes más tarde no fueron repatriados y Antoni fue trasladado a París, por los americanos, el 6 de junio. En la capital francesa permaneció varios meses recuperando fuerzas y documentación que le identificase legalmente, puesto que nada tenía salvo la precariedad con la que había sido rescatado del campo.

De París, Antoni de dirigió hacia el sur, hacia Toulouse, la ciudad de los exiliados republicanos. Allí se instaló y fue incorporándose a una vida laboral que no le satisfacía. Aguantó cuatro años, pero la muerte de un compañero de Mauthausen, Miguel Mazarico, leridano como él con quien compartía la vida, fue lo que le animó a tomar la decisión de regresar. Nada había hecho, de nada tenía que arrepentirse, él sólo había cumplido con el deber de defender la legitimidad republicana,  no tenía ningún cargo de conciencia y, en octubre de 1949, cruzó la frontera de forma clandestina presentándose en su domicilio en Àger.

Pero la familia estaba marcada. Su padre había sido fusilado por los franquistas, el 14 de diciembre de 1938, y su madre y su hermana habían sido encarceladas: su hermana, por ser menor de edad, pasó en prisión un año, pero su madre permaneció cinco largos años en la cárcel. Su hermano Josep había luchado en la Guerra Civil, en el exilio se alistó en la legión Extranjera francesa y combatió contra los nazis; cuando fue desmovilizado regresó a España  en 1940, fue detenido y posteriormente condenado por un tribunal militar; tras ser puesto en libertad en 1941, pasó a Francia y participó en los grupos que ayudaban a evadirse, por los Pirineos, a los perseguidos por el nazismo (ver enlace a su biografía).

Las cosas, por lo tanto, estaban muy mal en Àger, peor de lo que él había imaginado y por prudencia y temor, Antoni permaneció cinco largos meses encerrado en casa. Sin salir para nada, sin dejarse ver, durmiendo, a veces, en el desván. ¡Prisionero de nuevo en su propia casa! Aquello no era vida y el 9 de febrero de 1950, tomó la decisión de dar la cara y se fue a trabajar al campo. Para eso había regresado, para dedicarse a lo que sabía hacer: el cuidado de la hacienda familiar. La Guardia Civil fue a buscarlo, lo detuvo y lo encerraron en el calabozo del cuartel, donde permaneció varios días, tras los cuales fue trasladado a la prisión de Balaguer y posteriormente, conducido brutalmente, a la Audiencia de Lérida. Tuvo que pasar otros cinco meses en la cárcel hasta que, revisada su causa, fue puesto en libertad.

Antoni y María en Âger (2000). La Vanguardia
Triste realidad la de Antoni y la de los otros supervivientes, que habían decidido regresar a España en los años inmediatos a su liberación. Mientras que sus compañeros internacionales eran recibidos en sus países de origen como héroes, eran reconocidos y cuidados, en España corrían peligro de ser denunciados, perseguidos y represaliados. El caso de Antoni es la evidencia de lo que decimos y al drama de su experiencia vivida durante su deportación, tuvo que sumar la rabia de la opresiva realidad española que les condenaba al silencio y al ostracismo.

Antoni, no se derrumbó, no había luchado y sufrido tanto para acabar derrotado y humillado. La vida seguía, conoció a María, la que se convertiría en su esposa en septiembre de 1951. Sus hijos Antonio y Montserrat, nacieron en 1952 y 1958 respectivamente y Antoni se dedicó a la agricultura en Àger hasta su jubilación.

La creación de la Amical de Mauthausen en 1962, por un grupo de supervivientes, en Barcelona, significó un cambio importante en la vida de Antoni. El contacto con sus compañeros de deportación que habían regresado y se encontraban dispersos por España, y con los familiares de las víctimas, les identificaba como colectivo y, por fin, podrían reivindicar sus derechos y su dignidad.  Hubo solicitudes de indemnizaciones al gobierno alemán que nunca llegaron a compensar los daños causados durante su deportación. En este sentido, Antoni siguió reclamando sus derechos y el periódico “La Vanguardia”  (7/11/2000) publicaba, bajo el título “Un dolor impagable”, la noticia de que  “Un anciano de Àger reclama una compensación a Alemania por los años pasados en el campo de concentración de Mauthausen”. Antoni recordaba pasajes de su estancia en Mauthausen: “Aquello estaba pensado para exterminar, para matar lentamente a las personas…Cuando nos levantábamos por las mañanas había decenas de prisioneros carbonizados en la valla eléctrica del recinto. Se suicidaban por la noche porque no soportaban aquella vida” y como conclusión a su reivindicación decía: “Lo que yo he pasado no se paga ni con todo el oro del mundo”. Su experiencia fue una de las biografiadas en el libro de David Bassa, “Memoria de l’infern” (Edicions 62, 2002) de donde he tomado alguno de los datos de la vida de Antoni.

Una vida tan dura deja secuelas psicológicas indelebles que sólo pueden ser superadas por una personalidad fuerte y un entorno familiar positivo. Antoni, afortunadamente, ha tenido lo uno y lo otro, pero las secuelas físicas han sido más crueles: la herida en un ojo, durante la guerra y la falta de cuidados durante el exilio y su deportación le fueron creando progresivos problemas en sus ojos hasta que, hace unos años, perdió definitivamente la vista.

Por circunstancias familiares, Antoni y María residieron durante un tiempo en Zaragoza,  ciudad donde reside su hijo, pero en sus mentes estaba el regreso a su pueblo al que siempre estuvieron vinculados y allí regresaron. Antoni, sigue en Àger, acompañado por su esposa María y por sus compañeros de residencia. Siente muy próximos a los suyos, que le han acompañado en la celebración en su cumpleaños centenario. Su largo siglo de vida es un ejemplo dónde identificarnos quienes creemos en valores imprescindibles como la lucha por la libertad, la resistencia ante las dificultades, la dignidad de todas las personas y la solidaridad universal. ¡Gracias Antoni!