Hans Landauer y Pascual Castejón, en Calanda |
(La última entrada del blog estaba dedicada a la coincidencia de los Brigadistas con los republicanos deportados al campo de Mauthausen, mencionando alguno de los ejemplos recogidos en los testimonios de diferentes supervivientes. En la entrada de hoy recordamos la coincidencia, en otros campos nazis, de aquellos luchadores antifascistas internacionales con los republicanos deportados)
En otros campos nazis, además del de Mauthausen, también hubo una estrecha
colaboración y ayuda mutua entre brigadistas y republicanos españoles. Sirva como ejemplo el campo de Dachau. Los republicanos que fueron
deportados a este campo -situado en las proximidades de Múnich- llegaron
procedentes de las prisiones francesas, tras haber sido detenidos como
resistentes, o transferidos desde otros campos. El 8 de septiembre de 1942 un
centenar de españoles fue trasladado desde Mauthausen, en uno de los “transportes fantasmas”,
hacia un destino desconocido -que muy bien podía haber sido la cámara de gas
del castillo de Hartheim- pero fueron
conducidos hasta Dachau por razones que los propios deportados nunca llegaron a
explicarse. Su situación era lamentable, se encontraban desfallecidos,
enfermos, exhaustos,…y esos fueron los
motivos por los que habían sido “seleccionados”. Todo indicaba que su fin se
hallaba próximo pero, al ser identificados por un grupo de brigadistas, su
suerte cambió radicalmente: Pascual Castejón (Calanda 1916-2005) se emocionaba
al recordar su encuentro con “Juanito”, un brigadista internacional que había
estado en su casa durante la Batalla de Teruel
y que era amigo de su hermano: “Aquel
día –decía Pascual- volví a nacer”.
“Juanito” no era otro que el nombrado Hans Landauer quien, junto a otros
“internacionales” realizó una encomiable labor solidaria, no exenta de
peligros, hacia los republicanos que iban llegando a Dachau. El asturiano
Prisciliano García citaba, agradecido, en sus memorias a los brigadistas Oskar
Neumann, Bruno Furch, Antón Hackl, Eric Hubmann y al propio Landauer.
Hans Landauer, a la derecha. Foto: diariodeleon.es |
Con la liberación de Dachau, en
abril de 1945, cuando se desbordaron las emociones y renacían nuevas esperanzas
de vida y de libertad, una treintena de republicanos firmaron una tarjeta de
agradecimiento en la que escribieron: “a
nuestro estimado amigo Hans Landauer como recuerdo de nuestro internamiento en
el campo de Dachau. Una amistad solidaria que trascendió más allá de campo:
Pascual Castejón, en Calanda, enseñaba con orgullo, en el verano de 2004, una
fotografía reciente con su amigo “Juanito” que acompaña esta entrada. Y significativo es el caso del citado Prisciliano , quien salió del campo con muchos problemas de salud, lo que le acarreó una muerte temprana, en junio de 1949: el asturiano había dejado en manos de su amigo Hans unas memorias que el brigadista
conservó durante años, hasta que fueron publicadas en España en
2005, bajo el título "Mi vida en los campos de la muerte" y en cuya presentación tuvo un papel destacado el propio Hans. ( foto)
La camaradería, forjada en la
lucha contra el fascismo en los frentes
de batalla españoles, se consolidó en el exilio y, también, entre quienes
coincidieron en los campos nazis. La relación se ha mantenido desde aquella
lejana primavera de 1945, cuando se liberaron los campos, hasta nuestros días.
Han sido muchas las ocasiones en que se ha evidenciado esta recíproca comunión
a lo largo del exilio republicano. Es suficiente, para demostrarlo, el recuerdo
de las palabras que el nombrado Arthur London pronunció durante la inauguración
del monumento a los españoles en el campo de Mauthausen el día 5 de mayo de
1962:
“fieles a sí mismos, nuestros hermanos los
españoles, estuvieron enter los primeros y los mejor organizados de la
resistencia ilegal y de la solidaridad internacional en el campo. El elevado
valor moral, el coraje y el espíritu combativo, la unión antifascista contra
los SS de los deportados republicanos españoles formada por socialistas,
comunistas, republicanos y anarquistas constituyó una aportación de primer
orden en nuestra lucha clandestina en el campo (…) Nuestros hermanos españoles
que sobrevivieron a la barbarie fascista no han conocido como nosotros la
alegría de la liberación de su patria y el retorno a sus casas, diecisiete años
después del final de la guerra, ellos están obligados, todavía, a vivir en el
exilio”.
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