El homenaje más sincero, entre todos los que he recibido, fue el que me hizo un grupo de republicanos españoles deportados, tras la liberación del campo nazi de Dachau.
Estas palabras las
dirigió el brigadista vienés a los asistentes al homenaje que el gobierno de
Cataluña rindió a las Brigadas Internacionales, el 11 de octubre de 2006. Aquel
acto sirvió para recordar a los 35.000 jóvenes que vinieron a nuestro país,
desde todos los rincones del Planeta, para defender la legalidad republicana
contra el levantamiento fascista del 18 de Julio de 1936. Combatieron, coco con
codo, junto al ejército republicano y estuvieron presentes en todos los frentes
y en las grandes batallas: Guadalajara, Madrid, Belchite, Teruel, Ebro,...De aquellos
valientes, más de 10.000 murieron en combate en tierra española. A finales de septiembre
de 1938, fueron desmovilizados y pocas semanas después la población les
despedía emocionada por las calles de Barcelona.
Cuando se cumple,
durante estas semanas, el 75 aniversario de su despedida, el 28 de octubre de
1938, de diferentes poblaciones españolas nos llegan noticias de actos de
recuerdo y homenaje hacia a aquellos jóvenes brigadistas, de los que sólo
siguen con vida un reducido número, ante el implacable paso de los años. Como
homenaje a su lucha hermanada con los combatientes republicanos he querido recordar
su coincidencia posterior en el infierno de los campos nazis, un escenario al
que se vieron abocados, ambos colectivos, por su condición de luchadores
antifascistas.
Brigadistas Internacionales |
A los miembros de las
Brigadistas Internacionales, su lucha en España les reafirmó en su
convencimiento que, aquella, había sido la primera batalla contra el fascismo internacional
en expansión, desde hacía varios años, por todo el territorio de la vieja
Europa. Perdida la Guerra de España, un año más tarde de su partida, estalló la
Segunda Guerra Mundial y a algunos Brigadistas – que no habían podido regresar
a su país, puesto que se hallaban sometidos al poder totalitario de los nazis-
les sorprendió en los campos de refugiados compartiendo, con los miles de
exiliados republicanos, su internamiento en las playas del sur de Francia. Otros Brigadistas, cuando comenzó la Guerra Mundial,
ingresaron en las filas de la resistencia armada clandestina contra el ejército del Tercer Reich. Continuando,
así, la lucha por la libertad y contra el fascismo que habían iniciado, tres
años atrás, en tierras españolas.
En Francia, también coincidieron
con muchos exiliados republicanos en el maquis, lo cual no escapó a las
autoridades consulares franquistas que intentaban controlar las actividades de
los republicanos exiliados. En un informe del Cónsul español, dirigido al
Ministerio de asuntos Exteriores con fecha del 14 de septiembre de 1942, se
indicaba que en la región de Nantes existían
“numerosos refugiados rojos, descubriéndose
una vasta organización de tipo militar calcada de las organizaciones similares
que funcionaban en la zona roja. Muchos de sus miembros parece ser que formaban
parte de las brigadas internacionales”
Desde los campos
franceses, o detenidos como resistentes, grupos de internacionales fueron
entregados a la policía política alemana, la temida Gestapo, y consecuentes con
el trato hacia los enemigos políticos fueron deportados a Dachau, a Mauthausen,
a Buchenwald y a otros campos.
La deportación de los
republicanos españoles, que habían sido detenidos durante la primavera de 1940,
se inició a principios del mes de agosto de aquel año y continuó, con diferente
intensidad, durante el año y medio
siguiente hasta alcanzar la cifra de unos 7.000 hombres. En el campo austríaco,
los españoles, coincidieron con camaradas brigadistas, como testimonió el
húngaro Esteban Balogh, quien llegó al
campo el mismo mes de agosto, junto a una decena de internacionales y se encontró
“con los otros españoles” en el barracón 19. De aquel grupo de brigadistas, la
mayoría judíos, sólo sobrevivió Esteban, el resto fueron asesinados por los SS
el 11 de octubre de 1940.
La mayor parte de los españoles,
deportados a Mauthausen, murieron durante el invierno de 1942 en Gusen, situado
a unos cinco km de distancia, donde estaban sometidos a un sistema laboral
despiadado, bajo unas temperaturas que podían superar los 20 grados bajo cero.
Entre los españoles que consiguieron sobrevivir a aquel invierno, y los
llegados posteriormente, hubo quienes consiguieron mejores destinos, lo cual
favoreció sus condiciones de vida individuales, al mismo tiempo que les
permitió ayudar a sus compañeros de lucha e iniciar la organización embrionaria
de una resistencia clandestina. Algo
similar habían llevado a cabo los diferentes colectivos nacionales, entre los
que tuvieron una importancia crucial los militantes comunistas, aunque sin
superar las reticencias por las diferentes actuaciones y posicionamientos de
unos y otros ante el conflicto bélico y el enemigo común. En este sentido, la
colaboración entre ellos se vio reforzada por la acción de algunos brigadistas
deportados, también, a Mauthausen. Por poner un ejemplo significativo citaremos
la llegada al campo de un grupo de internacionales en 1944, entre los que se
encontraba el checo Artur London, con residencia en Francia -compañero
sentimental de Lise Ricol, brigadista internacional con orígenes familiares en
la provincia de Teruel- que había sido detenido
como resistente.
Artur London y Lise Ricol |
Manuel Razola y Mariano
Constante, entre otros deportados republicanos, contactaron con estos grupos de
brigadistas internacionales desde el mismo momento de su llegada y colaboraron
activamente en la formación de un Comité Internacional con el objetivo de
coordinar las diferentes estructuras nacionales creadas en el campo.
La amplia experiencia clandestina, de Arthur, en el
seno del Partido Comunista Francés y sus contactos con los camaradas españoles,
además del conocimiento del idioma, facilitó aquella colaboración internacional
entre checos, soviéticos, franceses, españoles,... Esta organización fue clave
para el control de la situación que se creó en Mauthausen, en los confusos
momentos de la liberación, el 5 de mayo de 1945.
Esta relación, que se convirtió
en amistad posterior, era reconocía y valorada por el propio Artur London años
más tarde (La Confesión), cuando
narraba las circunstancias de su llegada a Mauthausen y su posterior estancia
en la enfermería del campo al haber caído enfermo:
Ahora veo la llegada a Mauthausen, el 26 de
marzo de 1944, de nuestro convoy de cincuenta deportados N.N.. Veníamos del
campo de represalias de Neue Bremme, después de un largo viaje de cuatro días
sin comer ni beber. Estábamos casi agotados por una marcha de casi seis
kilómetros cuando distinguimos a la derecha, la masa sombría de una especie de
fortaleza cuyas altas torres y siniestras murallas se destacaban en un cielo
color pizarra (…) En el bloque de la
cuarentena, donde hicieron entrar nuestro convoy algunas horas más tarde, un
joven español de diecinueve años, llamado Constante, me identificó como antiguo
voluntario de las Brigadas Internacionales después de haberme hecho hábilmente
dos o tres preguntas. Fue el primero que me manifestó allí la solidaridad y la
fraternidad comunista (…) ¡Gracias a él pude, aquel mismo día tomar contacto
con camaradas de diferentes nacionalidades”
(…)
Después de la ejecución de Gabler –Brigadista
austríaco que había regresado clandestinamente a Austria para seguir luchando
contra los nazis y que fue asesinado en Viena- y de mi grave enfermedad, que ocasionó mi traslado al “Revier”, en
septiembre de 1944, la dirección del Comité Internacional fue reorganizada. Hoffman
–otro brigadista checo- Razola y
Hoffman venían a verme todos los días, y me traían, además del consuelo que me
procuraba su presencia, noticias y a veces algunas golosinas que habían logrado
obtener para mí.
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