lunes, 14 de octubre de 2013

REENCUENTRO EN EL INFIERNO: Brigadistas y republicanos en los campos nazis. (I)


El homenaje más sincero, entre todos los que he recibido, fue el que me hizo un grupo de republicanos españoles deportados, tras la liberación del campo nazi de Dachau.

Estas palabras las dirigió el brigadista vienés a los asistentes al homenaje que el gobierno de Cataluña rindió a las Brigadas Internacionales, el 11 de octubre de 2006. Aquel acto sirvió para recordar a los 35.000 jóvenes que vinieron a nuestro país, desde todos los rincones del Planeta, para defender la legalidad republicana contra el levantamiento fascista del 18 de Julio de 1936. Combatieron, coco con codo, junto al ejército republicano y estuvieron presentes en todos los frentes y en las grandes batallas: Guadalajara, Madrid, Belchite, Teruel, Ebro,...De aquellos valientes, más de 10.000 murieron en combate en tierra española. A finales de septiembre de 1938, fueron desmovilizados y pocas semanas después la población les despedía emocionada por las calles de Barcelona.

Cuando se cumple, durante estas semanas, el 75 aniversario de su despedida, el 28 de octubre de 1938, de diferentes poblaciones españolas nos llegan noticias de actos de recuerdo y homenaje hacia a aquellos jóvenes brigadistas, de los que sólo siguen con vida un reducido número, ante el implacable paso de los años. Como homenaje a su lucha hermanada con los combatientes republicanos he querido recordar su coincidencia posterior en el infierno de los campos nazis, un escenario al que se vieron abocados, ambos colectivos, por su condición de luchadores antifascistas.

Brigadistas Internacionales
A los miembros de las Brigadistas Internacionales, su lucha en España les reafirmó en su convencimiento que, aquella, había sido la primera batalla contra el fascismo internacional en expansión, desde hacía varios años, por todo el territorio de la vieja Europa. Perdida la Guerra de España, un año más tarde de su partida, estalló la Segunda Guerra Mundial y a algunos Brigadistas – que no habían podido regresar a su país, puesto que se hallaban sometidos al poder totalitario de los nazis- les sorprendió en los campos de refugiados compartiendo, con los miles de exiliados republicanos, su internamiento en las playas del sur de Francia.  Otros Brigadistas, cuando comenzó la Guerra Mundial, ingresaron en las filas de la resistencia armada clandestina  contra el ejército del Tercer Reich. Continuando, así, la lucha por la libertad y contra el fascismo que habían iniciado, tres años atrás, en tierras españolas.

En Francia, también coincidieron con muchos exiliados republicanos en el maquis, lo cual no escapó a las autoridades consulares franquistas que intentaban controlar las actividades de los republicanos exiliados. En un informe del Cónsul español, dirigido al Ministerio de asuntos Exteriores con fecha del 14 de septiembre de 1942, se indicaba que en la región de Nantes existían  numerosos refugiados rojos, descubriéndose una vasta organización de tipo militar calcada de las organizaciones similares que funcionaban en la zona roja. Muchos de sus miembros parece ser que formaban parte de las  brigadas internacionales”

Desde los campos franceses, o detenidos como resistentes, grupos de internacionales fueron entregados a la policía política alemana, la temida Gestapo, y consecuentes con el trato hacia los enemigos políticos fueron deportados a Dachau, a Mauthausen, a Buchenwald y a otros campos.

La deportación de los republicanos españoles, que habían sido detenidos durante la primavera de 1940, se inició a principios del mes de agosto de aquel año y continuó, con diferente intensidad,  durante el año y medio siguiente hasta alcanzar la cifra de unos 7.000 hombres. En el campo austríaco, los españoles, coincidieron con camaradas brigadistas, como testimonió el húngaro Esteban Balogh,  quien llegó al campo el mismo mes de agosto, junto a una decena de internacionales y se encontró “con los otros españoles” en el barracón 19. De aquel grupo de brigadistas, la mayoría judíos, sólo sobrevivió Esteban, el resto fueron asesinados por los SS el 11 de octubre de 1940.

La mayor parte de los españoles, deportados a Mauthausen, murieron durante el invierno de 1942 en Gusen, situado a unos cinco km de distancia, donde estaban sometidos a un sistema laboral despiadado, bajo unas temperaturas que podían superar los 20 grados bajo cero. Entre los españoles que consiguieron sobrevivir a aquel invierno, y los llegados posteriormente, hubo quienes consiguieron mejores destinos, lo cual favoreció sus condiciones de vida individuales, al mismo tiempo que les permitió ayudar a sus compañeros de lucha e iniciar la organización embrionaria de una resistencia clandestina.  Algo similar habían llevado a cabo los diferentes colectivos nacionales, entre los que tuvieron una importancia crucial los militantes comunistas, aunque sin superar las reticencias por las diferentes actuaciones y posicionamientos de unos y otros ante el conflicto bélico y el enemigo común. En este sentido, la colaboración entre ellos se vio reforzada por la acción de algunos brigadistas deportados, también, a Mauthausen. Por poner un ejemplo significativo citaremos la llegada al campo de un grupo de internacionales en 1944, entre los que se encontraba el checo Artur London, con residencia en Francia -compañero sentimental de Lise Ricol, brigadista internacional con orígenes familiares en la provincia de Teruel-  que había sido detenido como resistente.  

Artur London y Lise Ricol
Manuel Razola y Mariano Constante, entre otros deportados republicanos, contactaron con estos grupos de brigadistas internacionales desde el mismo momento de su llegada y colaboraron activamente en la formación de un Comité Internacional con el objetivo de coordinar las diferentes estructuras nacionales creadas en el campo. 

La amplia  experiencia clandestina, de Arthur, en el seno del Partido Comunista Francés y sus contactos con los camaradas españoles, además del conocimiento del idioma, facilitó aquella colaboración internacional entre checos, soviéticos, franceses, españoles,... Esta organización fue clave para el control de la situación que se creó en Mauthausen, en los confusos momentos de la liberación, el 5 de mayo de 1945.

Esta relación, que se convirtió en amistad posterior, era reconocía y valorada por el propio Artur London años más tarde (La Confesión), cuando narraba las circunstancias de su llegada a Mauthausen y su posterior estancia en la enfermería del campo al haber caído enfermo:

Ahora veo la llegada a Mauthausen, el 26 de marzo de 1944, de nuestro convoy de cincuenta deportados N.N.. Veníamos del campo de represalias de Neue Bremme, después de un largo viaje de cuatro días sin comer ni beber. Estábamos casi agotados por una marcha de casi seis kilómetros cuando distinguimos a la derecha, la masa sombría de una especie de fortaleza cuyas altas torres y siniestras murallas se destacaban en un cielo color pizarra (…)  En el bloque de la cuarentena, donde hicieron entrar nuestro convoy algunas horas más tarde, un joven español de diecinueve años, llamado Constante, me identificó como antiguo voluntario de las Brigadas Internacionales después de haberme hecho hábilmente dos o tres preguntas. Fue el primero que me manifestó allí la solidaridad y la fraternidad comunista (…) ¡Gracias a él pude, aquel mismo día tomar contacto con camaradas de diferentes nacionalidades”
(…)
Después de la ejecución de Gabler –Brigadista austríaco que había regresado clandestinamente a Austria para seguir luchando contra los nazis y que fue asesinado en Viena- y de mi grave enfermedad, que ocasionó mi traslado al “Revier”, en septiembre de 1944, la dirección del Comité Internacional fue reorganizada. Hoffman –otro brigadista checo- Razola y Hoffman venían a verme todos los días, y me traían, además del consuelo que me procuraba su presencia, noticias y a veces algunas golosinas que habían logrado obtener para mí.