El día 20 se cumplirá el segundo aniversario de la muerte de Mariano Constante, aunque la noticia de su fallecimiento trascendió unos días después de haberse producido. Desde entonces se le ha recordado en diferentes medios y especialmente en el homenaje que se le tributó en Sariñena en abril de 2010, donde se puso de manifiesto la simpatía hacia quien, de una forma tan exhaustiva, testimonió sobre las circunstancias que arrastraron a unos 7.000 republicanos españoles al campo de Mauthausen.
Han pasado ya dos años y echamos en falta un homenaje de las instituciones aragonesas a Mariano Constante, un homenaje que tendría que ir más allá de las merecidas loas hacia la persona para incidir y profundizar en su personalidad y en el valor de su testimonio que dejó plasmado en sus libros, en los numerosos artículos que escribió, en su participación en documentales, en las entrevistas radiofónicas y las publicadas en la prensa escrita, en sus múltiples conferencias repartidas por el territorio,… y también en su participación en la fundación de las asociaciones creadas por los supervivientes, ya fuese en la Amicale de Mauthausen francesa, o colaborado con los fundadores de la Amical de Mauthausen española, desde un primer momento.
Para recordar a Mariano Constante, el republicano exiliado, deportado y superviviente, traigo las palabras que escribí, tras haber tenido conocimiento de su muerte, y que fueron publicadas en Andalán.es el 6 de febrero de 2010
En recuerdo del republicano aragonés Mariano Constante
Ante la noticia del fallecimiento de Mariano Constante, la primera imagen suya que me viene al recuerdo es el de una tarde de invierno, en el salón de su casa en la ciudad de Montpellier, rememorando espacios comunes de nuestro añorado Aragón. Mariano fue desgranando, poco a poco, con su acostumbrada vehemencia, su pasión por el Alto Aragón y, por extensión, por todo lo aragonés. En su conversación fueron hilvanándose, uno a uno, los nombres de los amigos y conocidos comunes. En un momento, tras un corto e intenso silencio, su mirada y su rostro cambiaron al referirse a aquellos amigos que quedaron en Mauthausen, “sin ninguna duda –dijo-los mejores entre nosotros”. Volvieron a nombrarse con vigor, en la penumbra del atardecer, los nombres de aquellos antiguos compañeros de armas y de martirio: Sampériz, Gascón, Santolaria, Monreal, Bravo,… Con emocionada admiración recordaba el sacrificio de los republicanos de Mauthausen, muchos de ellos camaradas comunistas a quienes definía como “los eslabones de una cadena” que supieron organizar la resistencia, en la más absoluta clandestinidad, desafiando el miedo, el control de los “kapos” y la despiadada presencia de los SS.
Su discurso, que conservaba un marcado acento aragonés, con alguna interferencia fonética del francés, siguió con ímpetu hasta el anochecer. Mariano se ilusionó especialmente con la posibilidad de ver reeditada en España su primera obra, Triángulo Azul. Los republicanos españoles en Mauthausen, escrita conjuntamente con su camarada Manuel Razola, y publicada por primera vez en francés en el ya lejano 1969. Muestras de ilusión que iban acompañadas de frases de reconocimiento hacia quienes tomaban la palabra, de nuevo, para difundir entre los jóvenes –repetía una y otra vez- el terror vivido en Mauthausen y en los otros campos nazis, los asesinatos sobre tantos inocentes, la crueldad de los esbirros de los nazis, de los SS y, también, para dar a conocer el valor de la solidaridad entre los españoles y con el resto de nacionalidades presentes en el campo austríaco.
Mariano Constante ha fallecido de una afección cardíaca cuando le faltaban unos meses para cumplir 90 años. Sobrevivió al campo de exterminio de Mauthausen donde entró en abril de 1941, cuando le faltaban tan sólo unos días para cumplir los 21 años. Su experiencia, desde los 17 años, había sido muy dura. Comenzó en el campo de batalla para defender el gobierno legítimo de la República, como miembro de la 43 División batallando primero por tierras de Aragón y, posteriormente, sufriendo el avance imparable de los fascistas sublevados por tierras catalanas; siguió el exilio, los campos franceses y su detención por los alemanes en la primavera de 1939. Casi un año rondando por diferentes campos de prisioneros de guerra para ser deportado –al igual que otros 7.000 españoles- al campo de Mauthausen, donde permaneció algo más de cuatro larguísimos años asistiendo al asesinato, el desfallecimiento y la muerte de tantos y tantos compañeros de infortunio.
Tras la liberación, vino la lenta recuperación de la maltrecha salud y la posibilidad de rehacer una vida familiar y laboral en Francia que se hacía imposible en su Aragón natal por tener una condena de muerte pendiente en España. Diferentes trabajos, penurias y escasez de medios corrieron parejos a la actividad para hacer prevalecer la memoria de quienes no pudieron regresar de los campos de la muerte. Mariano y sus compañeros, también tuvieron que luchar contra los fantasmas ideológicos que cuestionaban su comportamiento en los campos: ¿acaso tenían que sentirse culpables por haber sobrevivido a la deportación? Para Mariano comenzaba una dura labor por dignificar al colectivo republicano de Mauthausen. Encontró apoyos fundamentales entre los compañeros fundadores de la Amical parisina y otros como el de la amiga Lise Ricol London (descendiente del Maestrazgo turolense) que le animaron a recopilar información y relatar la experiencia del colectivo español en el campo nazi. Su apoyo y colaboración con los exdeportados que habían regresado a España, en un proceso que culminó con la creación de la Amical española en 1962, fue permanente a lo largo de estas décadas y se ha mantenido, aconsejando y dando testimonio, hasta el final de sus días.
No es el momento de valorar el testimonio legado en sus libros, o recogido en otros tantos proyectos audiovisuales, que sigue siendo fundamental para el conocimiento de los que allí sucedió, aún reconociendo –como todo testimonio- su limitación por presentar una realidad fragmentada y parcial: ¡a ninguna víctima se le puede exigir objetividad en su relato!.
En estas líneas hemos querido valorar al hombre, al joven republicano de Capdesaso (Huesca) que vio truncada su trayectoria por las circunstancias históricas que le toco vivir. Mariano peleó toda su vida por sus ideales republicanos y comunistas, por ello tuvo que pagar un precio muy alto. A pesar de ello, él se consideraba un privilegiado, por haber superado la dura prueba de Mauthausen, pero su viejo y tozudo corazón, dijo “basta” el pasado 20 de enero y la vigorosa voz de Mariano ha callado para siempre.
Es por eso que hoy, cuando la palabra de los testigos que sufrieron la barbarie se va desvaneciendo, es más necesario que nunca mantener su recuerdo, porque profundizando en el conocimiento de lo que fue la deportación de millones de personas, en aquella Europa civilizada y culta, podremos tomar conciencia de los peligros que nos acechan. La banalización de lo ocurrido durante el nazismo, puede ser la antesala de situaciones futuras –o presentes- donde la vida de los seres humanos y sus Derechos sean un mero enunciado teórico alejado de la realidad cotidiana de las gentes. Por ello, volviendo a la figura de Mariano Constante -y con su nombre recordando a todas las víctimas del nazismo- es necesario gritar bien alto aquel ¡Nunca más! que los supervivientes de todos los campos se comprometieron a defender en el juramento que realizaron, tras su liberación, en la ya lejana primavera de 1945.
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