sábado, 2 de junio de 2012

En memoria de Miguel Aznar Sesé, superviviente de Mauthausen


Miguel Aznar Sesé. Fotografia de Tomás López
En la intervención que Tomás López Lanuza hizo el pasado 27 de enero en las Cortes de Aragón, durante el acto de recuerdo a las víctimas del Holocausto, tuvo palabras de reconocimiento hacia Miguel Aznar Sesé, deportado superviviente de Mauthausen, haciendo referencia a sus conversaciones mantenidas en la población francesa de Tarbes, donde residía, a su delicada salud y a las  dificultades que tenía para recordar las experiencias amargas de su pasado.  

Poco podía imaginarse que, cuando dedicaba aquellas cariñosas palabras a Miguel, éste ya hacía varios días que había fallecido. Ha sido el propio Tomás López, quien nos comunicó la muerte , el día 17 de enero , de este hombre sencillo y anónimo, cuya vida estuvo marcada, desde su juventud, por la dramática historia de nuestro país: guerra, exilio, deportación a los campos nazis y segundo exilio.

Miguel Aznar, aún pudo participar en el documental de Ramón J. Campo “Adios a la vida” (2010), donde  se recogía el testimonio de los últimos supervivientes aragoneses de los campos nazis. Miguel se presentaba vestido con su traje de deportado, que había conservado desde la liberación, y hablaba de su llegada al campo, de las amenazas que caían sobre los recién llegados, de su experiencia en la cantera, de las enfermedades y de las penurias sufridas durante su estancia en Mauthausen y, también, de la solidaridad entre los internos. Su voz, entrecortada y emocionada, reconocía cómo había sido incapaz de regresar a Mauthausen, en todos los años transcurridos desde la liberación, por no volver revivir los asesinatos de tantos compañeros de sufrimiento.

Des Aragonais.Portada
De Miguel conocíamos pocos datos, había nacido en la pequeña localidad oscense de Oto en julio de 1920 e incluso su nombre aparecía confuso: en los listados franceses que hemos consultado figura como Miguel y como Luciano Miguel, una confusión que se originó –según nos cuenta el propio Tomás- cuando el párroco que le bautizó le puso el nombre de Luciano, aunque para toda la familia le conoció por Miguel. Afortunadamente, Sergio Sánchez Lanaspa en su libro “Des Aragonais. Testimonios del exilio aragonés en el sur de Francia” (2010) publicó una semblanza que nos sirve para anotar brevemente algunos aspectos de su trayectoria. Huérfano de madre, desde que tenía un año, en julio de 1936 acababa de cumplir 16 años cuando se produjo el golpe de estado franquista que desencadenó la Guerra de España. Destinado a realizar labores de vigilancia se vio obligado a cruzar a Francia cuando las tropas rebeldes tomaron las últimas posiciones republicanas en los Pirineos oscenses. Posteriormente, cuando su quinta fue llamada a filas regreso a España, como muchos otros combatientes de la Bolsa de Bielsa, y continuó defendiendo la República en tierras catalanas hasta la derrota final.

Penó por los campos de Agde y de Argeles-sur-Mer en el sur de Francia, hasta que decidió alistarse en una de las Compañías de Trabajadores, creadas por el gobierno francés. Tras la invasión alemana, los miembros de su compañía intentaron huir hacia Suiza, pero fueron rechazados y cayeron en poder de los alemanes. Tras ser internado en un campo de prisioneros de guerra -el stalag XIA en Altengrabow- fue deportado a Mauthausen en un convoy formado por una cincuentena de republicanos, ingresando en el campo austriaco el 3 de noviembre de 1941 (nº 3181). Posteriormente fue trasladado al kommando Steyr, un complejo formado por diferentes industrias de guerra donde fueron destinados varios cientos de españoles. Allí coincidió con el deportado de origen aragonés, José Cabrero Arnal, quien le hizo la caricatura que acompaña estas líneas.

Caricatura de Miguel por José Cabrero Arnal
Miguel fue liberado en Steyr en mayo de 1945 y posteriormente se estableció en el sur de Francia, en Tarbes, población situada en la vertiente norte de los Pirineos a unos 70 km. de la frontera, para poder estar cerca de su familia con cuyos miembros se citaba en los pasos fronterizos por sus temores a volver a Oto, a donde regresó a  principios de la década de los sesenta del pasado siglo y de  forma asidua durante las últimas décadas. Tras la dramática experiencia de la deportación, Miguel pudo rehacer su vida gracias al apoyo constante de su esposa quien le ayudó a convivir con las secuelas y los miedos arrastrados de su estancia en los campos alemanes. Una experiencia que transmitió personalmente en el Museo de la Deportación de la población de Tarbes, donde su testimonio era escuchado con respeto y admiración por los grupos de estudiantes que participaban de los encuentros.

Con la muerte de Miguel Aznar desaparece otro hombre anónimo y desconocido por la mayor parte de  nosotros. Las circunstancias propias de nuestra historia, el desapego y desinterés por el conocimiento del pasado común nos han privado del testimonio y de la experiencia de hombres como Miguel –expulsados de nuestro país para ser arrastrados por los caminos de la barbarie- como vacunas indispensables para protegernos de la amnesia colectiva y de los peligros latentes de la intolerancia.  


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