Miguel Aznar Sesé. Fotografia de Tomás López |
En
la intervención que Tomás López Lanuza hizo el pasado 27 de enero en las Cortes de Aragón, durante el acto de recuerdo a las víctimas del Holocausto, tuvo palabras
de reconocimiento hacia Miguel Aznar Sesé, deportado superviviente de Mauthausen,
haciendo referencia a sus conversaciones mantenidas en la población francesa de
Tarbes, donde residía, a su delicada salud y a las dificultades que tenía para recordar las
experiencias amargas de su pasado.
Poco
podía imaginarse que, cuando dedicaba aquellas cariñosas palabras a Miguel,
éste ya hacía varios días que había fallecido. Ha sido el propio Tomás López,
quien nos comunicó la muerte , el día 17 de enero , de este hombre sencillo y
anónimo, cuya vida estuvo marcada, desde su juventud, por la dramática historia
de nuestro país: guerra, exilio, deportación a los campos nazis y segundo
exilio.
Miguel
Aznar, aún pudo participar en el documental de Ramón J. Campo “Adios a la vida”
(2010), donde se recogía el testimonio
de los últimos supervivientes aragoneses de los campos nazis. Miguel se
presentaba vestido con su traje de deportado, que había conservado desde la
liberación, y hablaba de su llegada al campo, de las amenazas que caían sobre
los recién llegados, de su experiencia en la cantera, de las enfermedades y de
las penurias sufridas durante su estancia en Mauthausen y, también, de la
solidaridad entre los internos. Su voz, entrecortada y emocionada, reconocía
cómo había sido incapaz de regresar a Mauthausen, en todos los años
transcurridos desde la liberación, por no volver revivir los asesinatos de tantos
compañeros de sufrimiento.
Des Aragonais.Portada |
De
Miguel conocíamos pocos datos, había nacido en la pequeña localidad oscense de
Oto en julio de 1920 e incluso su nombre aparecía confuso: en los listados
franceses que hemos consultado figura como Miguel y como Luciano Miguel, una
confusión que se originó –según nos cuenta el propio Tomás- cuando el párroco
que le bautizó le puso el nombre de Luciano, aunque para toda la familia le
conoció por Miguel. Afortunadamente, Sergio Sánchez Lanaspa en su libro “Des
Aragonais. Testimonios del exilio aragonés en el sur de Francia” (2010) publicó
una semblanza que nos sirve para anotar brevemente algunos aspectos de su
trayectoria. Huérfano de madre, desde que tenía un año, en julio de 1936
acababa de cumplir 16 años cuando se produjo el golpe de estado franquista que desencadenó
la Guerra de España. Destinado a realizar labores de vigilancia se vio obligado
a cruzar a Francia cuando las tropas rebeldes tomaron las últimas posiciones
republicanas en los Pirineos oscenses. Posteriormente, cuando su quinta fue
llamada a filas regreso a España, como muchos otros combatientes de la Bolsa de
Bielsa, y continuó defendiendo la República en tierras catalanas hasta la
derrota final.
Penó
por los campos de Agde y de Argeles-sur-Mer en el sur de Francia, hasta que
decidió alistarse en una de las Compañías de Trabajadores, creadas por el
gobierno francés. Tras la invasión alemana, los miembros de su compañía
intentaron huir hacia Suiza, pero fueron rechazados y cayeron en poder de los
alemanes. Tras ser internado en un campo de prisioneros de guerra -el stalag XIA en Altengrabow- fue deportado
a Mauthausen en un convoy formado por una cincuentena de republicanos,
ingresando en el campo austriaco el 3 de noviembre de 1941 (nº 3181). Posteriormente
fue trasladado al kommando Steyr, un
complejo formado por diferentes industrias de guerra donde fueron destinados
varios cientos de españoles. Allí coincidió con el deportado de origen
aragonés, José Cabrero Arnal, quien le hizo la caricatura que acompaña estas
líneas.
Caricatura de Miguel por José Cabrero Arnal |
Miguel
fue liberado en Steyr en mayo de 1945 y posteriormente se estableció en el sur
de Francia, en Tarbes, población situada en la vertiente norte de los Pirineos
a unos 70 km. de la frontera, para poder estar cerca de su familia con cuyos
miembros se citaba en los pasos fronterizos por sus temores a volver a Oto, a
donde regresó a principios de la década
de los sesenta del pasado siglo y de
forma asidua durante las últimas décadas. Tras la dramática experiencia
de la deportación, Miguel pudo rehacer su vida gracias al apoyo constante de su
esposa quien le ayudó a convivir con las secuelas y los miedos arrastrados de
su estancia en los campos alemanes. Una experiencia que transmitió
personalmente en el Museo de la Deportación de la población de Tarbes, donde su
testimonio era escuchado con respeto y admiración por los grupos de estudiantes
que participaban de los encuentros.
Con
la muerte de Miguel Aznar desaparece otro hombre anónimo y desconocido por la
mayor parte de nosotros. Las
circunstancias propias de nuestra historia, el desapego y desinterés por el
conocimiento del pasado común nos han privado del testimonio y de la
experiencia de hombres como Miguel –expulsados de nuestro país para ser
arrastrados por los caminos de la barbarie- como vacunas indispensables para
protegernos de la amnesia colectiva y de los peligros latentes de la
intolerancia.
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