De la versión digital heraldo.es[1] tomamos el texto que ha publicado el periodista Ramón J. Campo sobre este alcorisano superviviente de Mauthausen (Ver la entrada en este mismo blog “Monumentos (I): Alcorisa 2006” del día 20/06/2011)
«Salvamos a cincuenta mujeres en Mauthausen»
RAMÓN J. CAMPO 03/07/2011
Escalera de la cantera de Mauthausen |
Aurelio Tomás, un superviviente aragonés de 93 años, relata cómo salvaron a unas presas desconocidas en el campo de exterminio tras la liberación.
Una mujer dentro del campo de concentración de Mauthausen es una imagen inédita, como encontrar entre la decena de supervivientes aragoneses a Aurelio Tomás Bueno, nacido en Alcorisa hace 93 años y reside en Premery (Francia). De hecho, no fue localizado el año pasado para el homenaje del Gobierno aragonés a los presos con motivo del 65 aniversario de la liberación del campo. «Casi no veo, ando muy poco, pero no he perdido la cabeza», se presenta por teléfono desde su casa, junto a su mujer Consuelo Abad, hija de otro de los 7.347 españoles deportados en el campo de exterminio.
La División 11 del Ejército de Estados Unidos liberó el campo de Mauthausen el 5 de mayo de 1945, y los miles de presos empezaron a salir libres hacia París o Moscú. Pero algunos, como Aurelio Tomás, se quedaron unos días vigilando el lugar, armados con fusiles. Las barracas que rodeaban la gran plaza (apellplatz) estaban llenas de hombres, pero ignoraban que medio centenar de mujeres estaban en otra más alejada.
«Bajamos los 186 escalones de la pared de los paracaidistas (la cantera donde se cargaban piedras y los nazis solían arrojarlos al vacío) y en una barraca encontramos a 50 mujeres encerradas. Eran judías, sobre todo. Las salvamos de morir porque estaban exhaustas, llevaban días sin comer y nos abrazaron al vernos. Avisamos a los americanos», recuerda Aurelio Tomás. Emocionado, cuenta que treinta años después se encontró con una de esas mujeres salvadas y se fundieron en otro abrazo. Mauthausen marca.
Hasta llegar allí, Aurelio Tomás había salido de su casa con 18 años para enrolarse con los republicanos en la Guerra Civil y ya no volvió a ver a su padre, que era pastor. Llegó al campo y su «matrícula» era la 3436. No lo olvida, como todos que pasaron por allí.
El constructor del campo
En Mauthausen encontró a conocidos de su pueblo (de Alcorisa hubo nueve vecinos) y eso le vino bien. Uno de ellos, Manuel Rifaterra, se convirtió en el constructor del campo porque esa era su profesión en Aragón, donde levantó escuelas y viviendas.
«Me llamó Rifaterra para que estuviera con él para construir el campo. Me vino muy bien porque él estaba en una barraca de los elegidos y podía ayudarte. Su familia puede estar contenta por cómo nos ayudó», señala Tomás. Hasta rememora que su paisano Rifaterra cayó enfermo dentro del campo y lo visitó. Luego, el constructor fue a Alcorisa «y mi padre le preguntó por mí».
Aurelio entró en enero de 1941 con poco más de 23 años. Su juventud le supuso estar integrado en el 'kommando Styer', que salía a cortar leña y estaba mejor alimentado. Una vez casi muere al beber un caldo de unos hongos envenenados y fue maltratado por los nazis. Pero se salvó y aún lo cuenta. Fuera se hizo electricista, pero se jubiló como un «gran inválido».
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