Monumento en Ravensbruck |
Esta aragonesa había nacido en Magallón el 14 de
juio de 1909 y emigró a Barcelona donde se casó. Sus padres eran
militantes libertarios y Elisa siguió sus pasos ideológicos en el
seno del sindicato de la CNT. Participó como voluntaria en la Guerra
de España, según su propio testimonio –recogido por Neus Catalá
en su obra “De
la resistencia y la deportación: 50 testimonios de mujeres
españolas”-
siendo movilizada
en el cuartel barcelonés de
Ausias March, desde
donde partió, como miliciana, hacia el
frente de Aragón.
Con la Retirada, bajo los bombardeos y
ametrallamientos de la aviación franquista, se vió obligada a
exiliarse en Francia donde colaboró con grupos clandestinos de la
CNT de ayuda a los exiliados y tras la invasión alemana realizó
labores de enlace colaborando con la Resistencia dentro del grupo de
evasión organizado por Francisco Ponzán. Llevó a cabo numerosas
misiones en el departamento de los altos Alpes, siendo conocida como
“la mañica” y con el nombre de guerra “Françoise”.
Fue detenida por la Gestapo en Toulouse, en octubre de 1943, siendo
sometida a crueles interrogatorios con el objetivo de que delatase la
organización clandestina. Se mantuvo en silencio y durante tres
largas semanas, permaneció incomunicada en una celda.
Fue encarcelada en la prisión de Saint Michel
desde donde fue trasladada a Paris y a
Compiègne. Salió e desde el dia 30 de enero de 1944 partió un
convoy, formado por 959 mujeres, hacia el campo de Ravensbrück.
Entre estas deportadas figuraba una docena de españolas entre las
que podemos citar a Neus Catalá, Soledad Cortes,… Fueron
registradas en “el campo de las mujeres” el 3 de febrero de 1944
y a Elisa le correspondió la matrícula 27219.
Vista de Ravensbruck |
En el testimonio que dió a Neus Catalá nos ha
permitido
conocer su
itinerario en los campos nazis. Transcurrido
medio año de
su llegada a Ravensbrück,
en septiembre, fue trasladada a Leipzig, al
comando Hasag, dependiente del campo
de Buchenwald: “allí
me pusieron en un trabajo verdaderamente durísimo, en una máquina
de obuses, obligándome a hacer 7.000 diarios. Como no podía
trabajar, porque no comía, dejé de hacer los 7.000 obuses, entonces
vino la Aufseherin
y empezó a golpearme con una vara que llevaba –una verga-, empezó
a darme vergajazos y como vio que del suelo tampoco me levantaba ni a
fuerza de vergajazos, fueron y me llevaron al hospital. Y, para ver
si conseguían reanimarme, me dieron algo de beber y al ver que no
había nada que hacer me llevaron al hospital provisional.
En la fábrica de obuses Elisa
participó, asumiendo riesgos, en acciones de sabotaje y presenció
el esclavismo al que eran sometidas deportadas de diferentes
nacionalidades., entre
las que se encontraba un grupo de ocho españolas. Mercedes Núñez
Targa, una deportada republicana, compañera
de Elisa, la recordaba
en su testimonio de quien decía que era una mujer de profundas ideas
anarquistas, audaz, de carácter sólido y en quien se podía
confiar.
Era la última época de la
Guerra, los alemanes se veían perdedores, pero para las internas en
los campos los peligros eran permanentes y el futuro totalmente
incierto. Elisa junto a otras deportadas
fue devuelta a Ravensbrück y durante el trayecto el tren fue
bombardeado. Una vez que estuvo en el campo, aprovechó para visitar
a las compañeras veteranas quienes, según sus propias palabras, no
le dieron muchas esperanzas: “me
preguntaron: “En qué barracón estás”, y dije que en el 28, en
el barracón de las gitanas. “Ay, hija mía qué pena me das”.
“¿Por qué, si estoy muy bien?”. “Es que las que llevan allí
van para el crematorio”. Ante estas advertencias y
consejos de sus compañeras, Elisa logró salir como voluntaria a
descargar vagones de carbón y patatas escapando, a pesar de su
debilidad, del peligro que le habían anunciado. Agotada por el
trabajo, fue golpeada por una vigilante, cayó sobre unas piedras y
se rompió un brazo y como consecuencia fue trasladada al campo e
internada en el revier donde, sin medios, fue asistida por las
propias internas.
Afortunadamente, la Cruz Roja Internacional llevó
a cabo un canje de un grupo de deportadas por otro de prisioneros
alemanes y Elisa, junto a un grupo de compañeras fueron trasladas
hacia Frankfurt, sufriendo varios ametrallamientos y muchas de las
evacuadas quedaron muertas en la orilla de la carretera. Desde
Frankfurt fue conducida hacia Dinamarca y posteriormente a Suecia
siendo liberada en Estocolmo. Desde la capital sueca fueron
repatriadas en avión a París.
A partir de aquel momento comenzó
una nueva etapa de la vida de Elisa en el
largo exilio al que se vieron obligados,
quienes confiaban que con la derrota del
nazismo llegaría el final del franquismo. Una ilusión, como el paso
del tiempo dejó bien claro para todos ellos y ellas.
UNA SEÑORA REALMENTE ADMIRABLE.
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