Presentando sus memorias en Ejulve. Agosto de 2007 |
Con la
invasión alemana, los Gimeno dieron cobijo y alimento a los resistentes, lo que
acarreó consecuencias terribles para Edmon. A finales de 1943 fue detenido por
la policía fascista de Vichy y entregado a los nazis, quienes lo alistaron en
la TODT, una organización de trabajo obligatorio que esclavizó a millares de
ciudadanos europeos. Edmon intentó fugarse y por ello fue trasladado al campo
de Compiegne, desde donde fue deportado al de Buchenwald el 27 de enero de 1944.
En su testimonio ha explicado la crueldad sufrida durante el trayecto cuando,
el centenar de prisioneros de su vagón, fueron obligados a desnudarse, en medio
de la noche, bajo una temperatura que
alcanzaría los 10 grados bajo cero y seguir, así, su camino hasta el campo
alemán. Ese no sería el peor suplicio al que se vio sometido Edmon, pocas
semanas después fue trasladado al campo de Dora donde, en aquellos infernales
túneles, padeció las aberrantes condiciones de trabajo que causaron miles de muertos.
Vivió en sus propias carnes el trato cruel, las amenazas, asistió horrorizado a
las matanzas de prisioneros y también veía, con esperanza, sobrevolar los
bombarderos aliados que auguraban una futura e incierta libertad. Trasladado,
en abril de 1945, a Bergen-Belsen vivió rodeado por la muerte cotidiana de
quienes, enfermos y hambrientos, no pudieron soportar la epidemia de tifus que
asolaba el campo. De entre aquellas víctimas inocentes Edmon recordaba, casi en
un susurro, la imborrable impresión de las miradas extraviadas de aquellos niños
famélicos y enfermos que esperaban la llegada inevitable de una muerte
prematura,…
Llegó el
día de la libertad y Edmon fue repatriado a Francia en camión. Durante el
recorrido conoció, sobre el terreno, la inmensidad de la destrucción ocasionada
por la guerra. Tras un largo viaje se reunió con la familia en Perpiñan, pero
tuvo que pasar una larga temporada en un hospital para recuperarse del precario
estado de salud en que se encontraba, como consecuencia directa de estancia en
los campos alemanes. Reanudo sus estudios y regresó a España en 1951,
convalidando su licenciatura de Geografía en la Universidad de Zaragoza. La
familia tuvo que seguir separada: los padres vivieron en Montpelier y los
hermanos Gimeno Font se siguieron en Barcelona, ciudad en la que Edmon desarrolló
su labor profesional dando clases en diferentes academias privadas y, a partir de 1966, como redactor en una
editorial.
En Mauthausen ante el monumento a los republicanos. |
Edmon
contactó con los impulsores de la Amical de Mauthausen, cuyas primeras
gestiones las realizaron en 1962 un grupo de supervivientes que habían
regresado a España. Ofreció su disponibilidad para colaborar y, de esa forma,
intentar que se les reconocieran sus derechos como víctimas del nazismo. Con
exquisita prudencia participó de la vida asociativa y durante la última década
su experiencia personal y su testimonio es cuando han adquirido mayor notoriedad.
A ello ha contribuido, por una parte, su capacidad para narrar los
acontecimientos de su vida en unas memorias que redactó personalmente y que
fueron publicadas por la Amical de Mauthausen, en 2007, bajo el título “Buchenwald, Dora, Bergen-Belsen. Vivències
d'un deportat” y, por otra, su participación en los numerosos encuentros
con estudiantes, ya sea en los viajes en los que ha participado junto a la
Amical para homenajear a las víctimas republicanas en el campo de Mauthausem, o
en la sede de la propia asociación; también mediante su participación en
numerosos actos de carácter oficial, en las presentaciones que se han hechos de
sus memorias, en las entrevistas a la prensa,…
La sentida y emocionada despedida de los
amigos y familiares el pasado día 3, en el pequeño cementerio de Caseres,
cerraron el ciclo vital de un hombre prudente y bueno que supo superar, sin amargura,
con humildad y dignidad, la injusticia de su sufrimiento en los años de
juventud. Jamás entendió cómo en el corazón de la Europa más civilizada pudo
desencadenarse tal estado de terror. Con su desaparición, se hace más evidente
la orfandad en la que nos quedamos, puesto que Edmon era uno de los últimos
republicanos deportados a los campos nazis que todavía podían dar testimonio de
aquella experiencia personal y colectiva. Como miembro de la asociación a la
que Edmon dedicó una buena parte de su vida, asumo plenamente la declaración de
la entidad cuando ayer mismo decía que su ejemplo constituye “un legado que nos reafirma en el compromiso
de seguir manteniendo los principios de justicia y libertad por los que él, y
tantos millones de ciudadanos europeos, fueron perseguidos, esclavizados,
asesinados o deportados a los campos de la muerte, durante aquella década en la
que parecía inevitable el dominio absoluto del Reich.”
La desaparición de los últimos testigos abre muchos interrogantes sobre el futuro de la memoria de los hechos que vivieron. Pronto nadie podrá decir "yo viví eso", y entonces los negacionistas lo tendrán todavía más fácil. El peligro de repetir bestialidades iguales o semejantes a los campos de exterminio será mucho más real en próximos años.
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