lunes, 21 de abril de 2014

REPUBLICANOS TUROLENSES DEPORTADOS A LOS CAMPOS NAZIS

El pasado domingo, el 20 de abril, Diario de Teruel me publicó el siguiente artículo sobre los deportados a los campos nazis (1940-1945) que habían nacido en la provincia de Teruel.  El artículo se enmarca en la colaboración actual entre la asociación Pozos de Caudé y la Amical de Mauthausen en este 75 aniversario del exilio republicano.

Diario de Teruel
Domingo, 20 de abril de 2014

REPUBLICANOS TUROLENSES DEPORTADOS  A LOS CAMPOS NAZIS


En el contexto del 75 aniversario del exilio republicano, durante este mes de abril se puede  visitar en el Centro Social de Yagüe de Salas la exposición “Imágenes y Memoria de Mauthausen”  gracias a la colaboración entre las asociaciones Pozos de Caudé y Amical de Mauthausen. Esta exposición de carácter internacional, se inauguró el año 200en el propio memorial del campo, durante  la celebración del 60 aniversario de la liberación. No es casual que la temática esté centrada en las imágenes que se conservan de Mauthausen, puesto que es el campo nazi mejor documentado y ello gracias a los españoles destinados en el laboratorio fotográfico que realizaron una importantísima labor de camuflaje de negativos, lo que permitió, tras la liberación, mostrar al mundo la realidad de lo ocurrido.

Actualmente sabemos que algo más de 9.000 republicanos, exiliados en Francia tras su derrota en la Guerra de España, sufrieron directamente la deportación,entre 1940 y 1945, desde tierras galas a los campos de exterminio alemanes.
Casi un millar de civiles, refugiados en la ciudad de Angulema, ostentan el triste privilegio de haber sido el primer convoy con población civil deportada hacia un campo nazi. Hombres, mujeres y niños emprendieron un viaje con destino desconocido. Los testimonios nos hablan del miedo de ser devueltos a España y de la incertidumbre que se generó al encontrarse en una estación de nombre desconocido: Mauthausen. En medio de un dramático y ensordecedor griterío,los menores con apenas 14 años y los hombres adultos fueron obligados a incorporarse al grupo de 426 hombres que partió de la estación, bajo la vigilancia de los SS y sus fieros mastines. Joaquín Valsells (Calaceite) explicaba el drama vivido por aquellos españoles y contaba cómo pudo esconderse junto a su madre, aunque su padre Francisco y su hermano Bautista(15 años) fueron obligados a descender del tren y nunca volvieron a encontrarse. Otros 18 turolenses viajaban en aquel convoy, entre ellos, Manuel Albalate (Urrea de Gaén,) y Jesús Grau(Calaceite) de 15 y 16 años respectivamente.

También fueron deportados a Mauthausen unos 6.000 republicanos más, procedentes de los campos de prisioneros de guerra (stalags) a donde habían sido trasladados, tras su detención por los alemanes en la primavera de 1940. Unos transportes que se realizaban en unas condiciones infrahumanas: hacinados, sin alimentación y sin espacio para descansar o hacer sus necesidades, el viaje podía durar varios días. El calandino Pascual Castejón decía: "Estuvimos dos días de viaje, nos dieron una lata de carne rusa para tres... no nos dieron nada para abrirla, pero se hacía un agujero con algo de hojalata o una navaja mala y abríamos los botes. … la gente dormía encima de la porquería, ¡aquello era una “tafarrina” que para qué!, se caía de sueño y se dormía… y,cuando llegamos a Mauthausen, allí con la vara ¡raus!, ¡raus!, ¡raus!,..". 

Hubo republicanos deportados a otros campos, tras su detención por haber participado en la Resistencia clandestina contra la ocupación alemana. A partir de 1943, los alemanes decretaron vaciar las cárceles y organizar su deportación a Alemania para utilizarlos como mano de obra esclava en la industria de guerra: Dachau, Buchenwald, Neuengamme, Mauthausen, Ravensbruck, … fueron los destinos hacia donde partieron cientos de convoyes desde el territorio francés, la mayor parte de ellos del campo de Compiegne, ubicado en las cercanías de París. Pedro Gracia (Molinos) formó parte del maquis del Alto Saboya, participó en numerosos actos de sabotaje hasta que fue detenido en enero de 1944 y encarcelado en Lyon hasta que fue trasladado a Compiègne desde donde fue deportado a Mauthausen el 22 de marzo.  Otros republicanos llegaron a estos campos procedentes de sus destinos anteriores: Agustín Barceló (Albalate del Arzobispo) y el citado Castejón, después de llegar a Mauthausen fueron destinados a Gusen y Dachau, y el de Albalate aún conoció el campo de Natzweiler para regresar de nuevo a Dachau donde falleció.

Y en esta breve reseña no nos olvidaremos de las mujeres republicanas deportadas como resistentes. Entre la docena de aragonesas identificadas en los listados consultados, figuran las turolenses Secundina Barceló (Veguillas de la Sierra) y Soledad Cortés (Mazaleón) las cuales conocieron directamente la degradación del género humano durante su deportación al campo de mujeres de Ravensbruck y su posterior estancia en sendos kommandosdependientes de Buchenwald; sin olvidar a la entrañable Lise Ricol (nacida en Francia, pero originaria de Cuevas de Cañart). 

Un número más reducido de deportados republicanos procedían del trabajo forzado establecido por los alemanes en el propio Reich,o en los territorios ocupados. Julio Comín (Obón) había sido obligado a trabajar en la construcción de las inexpugnables defensas del Muro Atlántico y desde allí, en febrero de 1942, fue transferido a la isla de Aurigny –situada en el Canal de la Mancha- al campo de Norderey: "No había más que las alambradas y una sola barraca para los 297 republicanos. Estábamos estrujados allí como borregos en un corral, fue terrible. Trabajábamos en una cantera doce horas al día, a veces bajo una lluvia torrencial, y para llegar hasta ese lugar teníamos que caminar cuatro kilómetros. Contaba también cómo los cadáveres de los internos los tiraban dentro de las hormigoneras, que los hacían pedazos y los mezclaban con el cemento y la grava, empleados después en las fortificaciones de la isla". 

Palizas, humillaciones, hambre, enfermedades, trabajo esclavo, torturas… Bajo esos parámetros se vivía, se sufría y se moría en los campos alemanes. No había futuro. Llegar vivo al paso de revista de la noche era el único horizonte posible. La suerte o la desgracia que cada uno tuviese a la hora de ser destinado a un trabajo, el encuentro desafortunado con un capo, caer enfermo, sufrir un accidente o, simplemente, ser mal visto por uno de los guardianes, o cualquier otra circunstancia no previsible podía decantar el destino hacia un lado u otro. Manuel Rifaterra (Alcorisa), constructor en la vida civil, tuvo a su cargo un grupo de unos 300 republicanos en las obras del propio campo y así se libraron del infierno de la cantera; Segundo Espallargas (Albalate del Arzobispo) se salvó por su condición de boxeador: “fui un  afortunado, podía comer pero también trabajé muy duro cargando sacos de cemento sin parar”. A veces era la desesperación la que invadía el ánimo de los internos: algunos supervivientes contaron cómo Francisco Gracia (Alcorisa) se arrojó a la alambrada electrificada del campo para no morir como su amigo y vecino Marcelino Sanz.

Pero en aquel infierno hubo también resistencia y lucha por la supervivencia, algunos con actitudes personales que muestran su carácter combativo, como la agria respuesta que Manuel Sanz (Calanda) le dio a unkapo, al negarse a cantar una jota, en uno de los espectáculos que organizaban para entretenerse: “Ni quiero, ni puedo, ni me sale de los cojones”; unarespuestaque, sumada a otras discrepancias, estuvo a punto de costarle la vida. Surgieron también espacios de resistencia y solidaridad organizadas. Militantes políticos que construyeron estructuras clandestinas capaces de burlar la vigilancia permanente de los kapos y guardianes: quien había sido alcalde de Calaceite, Raimundo Suñer, desde su destino en los garajes de Mauthausen, participó activamente en la organización comunista, junto a su sobrino, el ya citado Jesús Suñer. 

Resistir, robar comida para los más débiles, tener información del funcionamiento interno y de la marcha de la guerra, aconsejar a los recién llegados,.. Todo eso tenía sentido para intentar llegar vivos a una insegura e incierta liberación y así dar a conocer al mundo la barbarie de los campos. Hacerse con las fotografías del laboratorio fotográfico, esconder los negativos, durante meses, en el interior del campo, sacarlas fuera del recinto amurallado y esconderlas buscando complicidades externas, aprovechando que el grupo de jóvenes llegados en agosto de 1940 estaba trabajando en el pueblo, requirió una detallada planificación, mucha osadía y una estructura organizativa clandestina compleja. Sólo la esperanza de la supervivencia y de la libertad, aunque fuera de unos pocos tan sólo, explica la consecución de semejante hazaña. 

Las cifras nos hablan de unos 9.000 republicanos deportados. De éstos, algo más de un millar eran nacidos en Aragóny 285 procedían del amplio territorio turolense. Pero los números sólo nos sirven para aproximarnos, con limitaciones,a la magnitud de la tragedia. Mediante el conocimiento de los casos particulares nos situamos en medio del drama colectivo y se nos presentan como víctimas no sólo los que fueron deportados –fallecidos y supervivientes- sino todo el entorno familiar: madres y padres, esposas e hijos. Familiares directos que perdieron el contacto con sus seres queridos y de quienes estuvieron varios años sin saber nada a pesar de haber iniciado, en numerosas ocasiones, infructuosas búsquedas sin apoyo oficial alguno. ¿Hay que recordar la alianza del franquismo con la Alemania nazi? Algunas familias supieron de la muerte de su familiar por el testimonio de un amigo superviviente, otras lo descubrieron con el paso de los años y todavía hay quienes se han enterado de lo ocurrido en pleno siglo XXI.

Los supervivientes tuvieron que seguir en el exilio. Franco ejerció durante décadas su poder dictatorial y sólo unos cuantos se decidieron a volver, viviendo en silencio, y humillados, su condición de republicanos y deportados: Martín Pérez (Blesa) había regresado en 1949 y quince años después se lamentaba de la falta de información y lasdificultades que tenían las viudas, con las que había contactado y ayudado,para tramitar las solicitudes de las indemnizaciones establecidas por el gobierno alemán.

Hoy, cuando la voz de los republicanos supervivientes de los campos nazis se está apagando irremediablemente, es necesario mantener viva la memoria de su sacrificio en aquella Europa civilizada, en cuyo seno se generó uno de los acontecimientos históricos más execrables: el exterminio de millones de conciudadanos europeos por cuestiones raciales, políticas o culturales. Y  ello por dos razones fundamentales: la dignidad de las víctimas de la barbarie nazi y la prevención ante el resurgimiento de ideologías similares en la Europa actual.



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