Irène Némirovsky |
Si una entrada reciente del blog estaba dedicada al libro “La extraña derrota” del historiador judío-francés Marc Bolch, “Suite francesa” es una obra literaria que describe, en dos partes bien diferenciadas de un proyecto inacabado, la situación de desamparo de la población francesa tras la ocupación alemana en mayo de 1940. La propia historia de la escritora Irène Némirovsky y esta obra se vieron afectadas y, ambas, fueron víctimas de los acontecimientos. De origen ucraniano, nació en la ciudad de Kiev en febrero de 1903 y su familia emigró a Finlandia escapando de la revolución rusa. En 1919 se establecieron en Paris donde estudió en la Sorbona, se caso, nacieron sus hijas y publicó sus primeros libros. Con la invasión alemana, y la consiguiente partición del territorio francés, la familia de Irène buscó refugio en la zona Libre de Vichy pero, como consecuencia de la persecución a que eran sometidos los judíos, fue detenida el 13 de julio por gendarmes franceses - a pesar de que se había convertido al catolicismo- e internada en el campo de Pithiviers. Fue deportada a Auschwitz, hallando la muerte, como consecuencia del tifus, el 17 de agosto de 1942. El marido de Irène, que la buscaba desesperadamente, tuvo un destino paralelo: fue detenido, deportado y también murió en Auschwitz.
En la primera parte –de las cinco en que la autora había previsto- titulada “Tempestad en junio” se narra la odisea de diferentes personas que, temerosas ante inminente llegada de los alemanes a París, deciden echarse a la carretera buscando una seguridad que nada ni nadie puede garantizarles. Las situaciones descritas reflejan el desconcierto y el caos en las estaciones de tren, en los caminos y en las poblaciones por donde pasan. Al desconcierto se suma el asombro, la incredulidad y una vana esperanza de que los “boches” no lleguen al interior de Francia, a unas regiones tan alejadas del territorio alemán.
Tan equivocados estaban ellos como los estrategas militares franceses: una característica de la guerra que estaban sufriendo, era la rapidez de los movimientos de las tropas y su capacidad para penetrar en territorio enemigo. Quienes huían contemplaban, incrédulos, cómo las unidades militares les superaban en su retirada poniendo en evidencia, ante aquella población civil, su más absoluta ineficacia. La presencia de la aviación alemana era temida, acrecentando la zozobra de quienes habían abandonado la seguridad de sus hogares pequeño-burgueses de la capital y su implacable acción sobre las columnas, donde se entremezclaban militares y civiles, sembraba la muerte y causaba dramáticos estragos:
“El convoy fue ametrallado varias veces. La muerte planeaba en el cielo y, de pronto, se precipitaba, se lanzaba en picado desde las alturas con las alas desplegadas y el pico de acero dirigido hacia aquella larga y temblorosa hilera de insectos negros que se arrastraba por la carretera. Todo el mundo se arrojaba al suelo Las mujeres se echaban encima de sus hijos para protegerlos con el cuerpo Cuando cesaba el fuego, la muchedumbre estaba surcada por largos y estrechos claros, como el que forma el viento en los trigales o los árboles talados en el bosque. Tras unos instantes de silencio, empezaban a oírse llamadas y gemidos que parecían responderse, gemidos que nadie escuchaba, llamadas lanzadas en vano…”
Una situación que no era nueva ni excepcional de aquella guerra, puesto que era similar a las que se habían producido en España, a principios de 1939, cuando las columnas de civiles y combatientes republicanos avanzaban en retirada, por el norte de Cataluña, buscando un refugio seguro al otro lado de la frontera, y las razias de la aviación franquista las atacaban de forma indiscriminada.
Con el título de “Dolce”, en la segunda parte, se refleja la vida en una localidad del interior de Francia, un año después de los acontecimientos narrados en la primera parte. La población civil convive con los ocupantes y las situaciones van desde la sumisión forzada e impotente ante el ocupante, que se instala con familias que tienen alguno de sus miembros prisioneros en Alemana, hasta la complacencia y la aceptación pasiva por el beneficio que reporta la presencia de los ocupantes
Estos dos capítulos son la parte conocida de una obra, que fue concebida en cinco, pero que la autora no acabó a redactar. El propio texto sufrió los avatares propios de la historia de la ocupación y del drama familiar: sus hijas –huérfanas de padre y madre- lo mantuvieron en secreto, casi sin atreverse a leer aquel manuscrito, de letra minúscula, que habían conservado como uno de los últimos recuerdos de su madre. Fue recuperado y publicado en 2004, causando una gran conmoción al conocerse su contenido. El libro obtuvo el premio Renaudot de aquel año, siendo la primera vez que se otorgaba a un autor fallecido.