jueves, 22 de marzo de 2012

JOAQUIN LÓPEZ RAIMUNDO. Adiós a otro testigo de la barbarie.

Fotografia: Memorial de Gusen
En recuerdo de Joaquín López Raimundo, superviviente de Mauthausen que había nacido en Tauste en 1919, he publicado el siguiente texto en el Heraldo de Aragón de hoy (22-03-2012), en el suplemento “Artes y Letras”.

Al final de esta estrada se puede acceder a la nota, en catalán, que me publicaron ayer en  el periódico “El  Punt Avui” de Girona y al texto que Sergi Pàmies, sobrino de Joaquín López Raimundo, publicó en el formato digital de “La Vanguardia”

ADIOS A OTRO TESTIGO DE LA BARBARIE. La vida y la aventura en Mauthausen de un deportado de Tauste, Joaquín López Raimundo.

Un breve comentario de Cruz Barrios, bibliotecaria del Centro Aragonés de Barcelona, y la consulta del periódico digital http://www.ejeanoticias.com nos confirmaba el fallecimiento de Joaquín López Raimundo el pasado 5 de marzo. Se cierra, así, el ciclo vital de uno de los últimos supervivientes del campo de Mauthausen. Nacido en la población zaragozana de Tauste, la familia se trasladó a Barcelona en 1932 y fue en la ciudad Condal donde, en compañía de su hermano Gregorio, entró en contacto con la juventud barcelonesa y el ambiente político de la época. Trabó amistad con el joven fotógrafo Francesc Boix, una amistad que duraría toda la vida, hasta su temprano fallecimiento en el exilio francés, unos años después de haber sido liberados, ambos, de los campos de la muerte alemanes.

Militante de la Juventudes Socialistas Unificadas, Joaquín conoció el desgarro del dolor propio al morir su hermano Antonio, durante los primeros días de la Guerra, en una misión de reconocimiento cerca de Binéfar. Él mismo fue combatiente republicano y, como otros tantos otros miles de españoles, penó en los campos de refugiados del sur de Francia y formando parte de una de las Compañías de Trabajadores Extranjeros -organizadas por el gobierno francés- fue detenido por los alemanes en la primavera de 1940. Tras permanecer varios meses en los campos de prisioneros de guerra, fue deportado a Mauthausen en abril de 1941.

Tras unos meses de permanencia en el campo central fue trasladado a Gusen –situado a cinco kilómetros y verdadero centro de exterminio para los casi 4.000 republicanos muertos entre sus muros-  donde vivió de forma impotente la despiadada y cruel experiencia del trabajo esclavo, la humillación, la tortura y la muerte de tantos compañeros y amigos, como recordaba en La Vanguardia, en marzo de 1994: Siempre teníamos la muerte cerca porque de hecho estábamos allí para morir, pero con ser todo terrible, el peor momento que pasé fue cuando los nazis estaban en plenitud. Llevaron a todo mi “kommando” a Gusen, que era un infierno (…).Los kapos nos pegaban constantemente mientras trabajábamos. A mí me obligaron a quitar nieve (…) y como en principio me hice el tonto, me cogieron, me tiraron al suelo y empezaron a darme patadas. Luego me llevaron a trabajos forzados, a construir ferrocarriles con los perros mordiéndote y ellos pegándonos constantemente.  Fue durante estos trabajos cuando un raíl le cayó sobre un pie y, como consecuencia, ingresó en la enfermería estando a punto de ser ejecutado: Cuando ya iba a entrar en el barracón enfermería el médico SS me puso la correspondiente marca en la solapa para la inyección letal. Pero tuve la suerte de encontrarme a un kapo que era buena persona y me salvó la vida. La muerte inmediata o el camino de la supervivencia dependían, en muchas ocasiones, del azar o de la mera casualidad, sin que los internos pudiesen influir en su incierto destino. En aquel antro permaneció Joaquín hasta marzo de 1945 cuando fue devuelto a Mauthausen, de donde fue liberado en mayo de 1945.

Tras la liberación, como la mayoría de los supervivientes españoles, siguió viviendo exiliado en Francia compartiendo exilio con los amigos republicanos y camaradas comunistas. Ce la imposibilidad de regresar a España donde se consolidaba la Dictadura. Con su hermano Gregorio –conocido dirigente del comunismo catalán- volvió a reunirse en 1946 a su regreso, a Francia, de su estancia en tierras americanas, momento que era recordado en sus memorias: En el muelle había bastantes personas... De pronto reconocí entre ellos a mi hermano Joaquín -más viejo, claro- y empecé a llamarle a gritos y a saludarlo agitando el brazo con la mano abierta. Él me reconoció y contestó a mi saludo. Media hora después, que me pareció un siglo, volvíamos a abrazarnos por vez primera tras más de siete años de separación.

Joaquín López, Antonio Esporrín y Francesc Boix. Amical de Mauthausen
En París convivió estrechamente con sus amigos Antonio Esporrin –aragonés que logró escapar de manos alemanas- y Boix, siendo una de las personas que compartió los últimos momentos del fotógrafo y amigo. Tras su muerte, Joaquín recogió del domicilio del amigo una buena parte de los negativos sustraídos por los republicanos del laboratorio fotográfico de los SS en Mauthausen, otros con las imágenes de la liberación y varios sobre su vida profesional posterior. Cuando Montserrat Roig estaba escribiendo su obra sobre los deportados catalanes, contactó con Joaquín quien le dio su testimonio y le legó aquellos negativos. La escritora los cedió a la Amical de Mauthausen y actualmente se encuentran en el Museu d’Història de Catalunya, siendo uno de los principales testimonios gráficos de la construcción y del desarrollo de la vida (y de la muerte) en un campo de concentración nazi. 

Joaquín López fue uno de los deportados homenajeados por la Generalitat de Cataluña en noviembre de 2005, momento en que coincidimos también con su hermano Gregorio y nos consta que, por razones de salud, no pudo asistir al homenaje que el gobierno de Aragón realizó en mayo de 2010 a los supervivientes aragoneses.

Con la desaparición de Joaquín López Raimundo se pierde otra víctima de nuestro pasado más siniestro y un testigo de aquella barbarie que nunca tenía que haber sucedido. De él nos quedan fragmentos dispersos de su testimonio y para finalizar este recordatorio póstumo  nos quedamos con su crítica hacia tantos libros publicados, por la imposibilidad de resumir las sensaciones, los temores y los miedos –un todo inabarcable- de las experiencias de los deportados a los campos de exterminio: Cuentan siempre las cosas materiales, las más corrientes, por ejemplo el hambre que pasabas, los “kapos” que te pegaban, los SS… pero la vida, esa de todos los días que tuvimos, la de observar todas las cosas que pasaban, por ejemplo, no lo ves nunca en los libros, sólo ves casi la estadística y… ¿para qué escribir tantos libros para decir siempre lo mismo…?


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