jueves, 9 de febrero de 2012

Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto (III)

Tomás López, detrás, segundo por la izquierda
Tomas López Lanuza, conocido y amigo de Zaragoza, es sobrino de unos de los aragoneses que hallaron la muerte en los campos nazis. El recuerdo de su tío, como veremos, no se ha desvanecido en la familia y, a pesar de los años transcurridos desde el último contacto, aún es recordado en su entorno. Tomás hace tiempo que nos testimonió sobre el periplo vital de su tío, Alberto, y de su muerte en el campo de Gusen. Hemos coincidido en alguno de los viajes organizados por la Amical de Mauthausen y juntos hemos recorrido emocionados los memoriales de Mauthausen y Gusen que recuerdan a las víctimas.

En el crematorio de Gusen, Tomás colocó hace unos años una placa con el nombre de su tío, con el único y loable objetivo de dar a conocer su existencia y su origen, en la localidad de Yésero, a los miles de personas que, año tras año, visitan el centro de memoria, evitando que el olvido prevalezca sobre su recuerdo.

En el acto de recuerdo a las víctimas del Holocausto, celebrado el pasado 27 de enero en las Cortes de Aragón –y a cuyo desarrollo he dedicado varias entradas de este blog- Tomás López, en nombre de los familiares de los republicanos asesinados en los campos nazis, pronunció las siguientes palabras:

Buenas tardes.
Una vez más resulta gratificante observar la concurrencia de público a este acto y, sobretodo los jóvenes que veo. Gratifica porque es importante mantener viva la memoria de los nuestros, de aquellos aragoneses que buscando la libertad encontraron la muerte en manos de los nazis en los campos de concentración alemanes.

Los que hemos viajado en algunas ocasiones a visitar los restos donde se produjo aquel horror, como Mauthausen o Gusen, no podemos por menos que emocionarnos viendo aquellas instalaciones y lo que queda de ellas, como las cámaras de gas, las duchas o los hornos crematorios donde, sin duda, nuestros familiares directos fueron incinerados.

Mi tío carnal, Alberto Lanuza, con su graduación militar de teniente salió de España a través del último reducto republicano en Aragón como fue la “Bolsa de Bielsa” para ser detenido por las SS.SS. en territorio francés y trasladado al campo de Mauthausen en 1940. Su vida terminó trágicamente en Gusen en 1942; por eso, cuando he tenido la oportunidad de acceder a lo que queda de aquel maldito recinto, de aquellos malditos recintos, resulta muy duro ver lo que allí se conserva del horno crematorio que los nazis utilizaban para destruir restos humanos y donde estoy convencido que terminaría lo que quedaba de mi tío.

Esta tragedia marcó el resto de la vida de toda mi familia, y digo toda, tanto materna, como paterna,  pues no en vano en cualquier acontecimiento familiar, tanto mi abuela, como  mis tíos o mi madre, hoy todavía con vida, aunque con 90 años, rápidamente surgía el hijo y hermano desaparecido, lo que conllevaba el correspondiente nuevo disgusto. Así, sucesivamente, siempre de la misma forma y con independencia del tiempo transcurrido. Hoy, cada 21 de noviembre, 70 años después, de forma invariable se recuerda en la familia el cumpleaños del tío Alberto. El trauma no se ha superado y no me ha sido posible conocer muchas interioridades suyas porque con mi madre siempre resultó complicadísimo hablar, se emocionaba enseguida y ahora ya no es posible porque su salud mental no es completa debido a la edad. 

En los años 60 el gobierno alemán indemnizó a mi abuela y le asignó una pequeña pensión que, sin embargo, en modo alguno podía compensar la desaparición de su hijo. No existió jamás un comunicado oficial que confirmara lo que la familia conocía desde 1945, pues un buen compañero de mi tío sí tuvo la suerte de salir de aquel infierno y llegar pronto a Barcelona de forma clandestina, entrevistándose con algunos familiares y relatarles lo ocurrido: un día las fuerzas le fallaron definitivamente, no pudo levantarse por la mañana a la hora obligada y nunca más supo nada de él. 

Para los deportados que consiguieron la libertad siempre fue trágico regresar a su infierno particular. Recuerdo en mayo de 2005, con ocasión de mi asistencia a la conmemoración del 60 aniversario de la liberación de Mauthausen, que accedí a aquel recinto de horror y destrucción junto al antiguo deportado de Vinaroz (Vinarós como él decía en valenciano), Fco. Batiste –hoy ya desaparecido- y cómo temblaba todo su cuerpo a pesar de haber transcurrido esos 60 años mencionados y de haber regresado en ocasiones precedentes. En un momento determinado se apoyó en mi brazo para continuar el recorrido. Accedíamos unas 5.000 personas ante un silencio sepulcral. Son estos pequeños detalles que por lo que representan jamás se olvidan.

Otros deportados visitaron de nuevo a posteriori aquellas instalaciones, pero algunos, aragoneses en concreto que son con los que más he podido relacionarme, no han regresado nunca más ni lo harán. Citaré únicamente como ejemplo al ciudadano de Oto-Broto (Huesca), Luciano Aznar, o Miguel Aznar para la familia, deportado a Mauthausen y residente en Tarbes que siempre se negó al retorno aunque fuera por unas horas. En varias charlas que mantuve con él, mientras fue posible –el alzhéimer ya no lo permite- me contaba las pesadillas que tenía por esta tragedia. Y, como anécdota, sigue pensando en español y en la residencia francesa donde está ingresado mayoritariamente habla en español.

Hoy, con nuestra actual democracia, podemos pensar que todo esto no volverá a ocurrir, pero debemos defenderla, aunque sea con  todos sus fallos, procuremos que se perfeccione cada día a pesar de esas situaciones extrañas que surgen en nuestro tiempo como por ejemplo que el juez Garzón –el juzgador juzgado- se siente en el banquillo de los acusados porque quiso investigar los crímenes franquistas. No pretendo la defensa del juez estrella, pero algo estamos haciendo mal, aunque el espíritu de mi comentario es totalmente distinto, sólo quiero defender la libertad y bienestar en paz que nos pertenecen.

Nada más, muchas gracias y buenas tardes de nuevo.

1 comentario:

  1. Fue un acto muy emocionante y emotivo. Muchas gracias por intentar que todo esto no se olvide.

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