domingo, 29 de enero de 2012

Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto (II)

Vicente Pinilla, presidente de ROLDE, publicó un artículo en Heraldo de Aragón, el pasado 27 de enero, titulado “El Holocausto de los niños”,  donde reflexiona sobre la importancia de la promulgación en 1948 de los Derechos Humanos y de la institución de la conmemoración del día de recuerdo de las víctimas del Holocausto  por parte de las Naciones Unidas, para reflexionar sobre los asesinatos masivos de niños judíos. Se puede acceder a dicho artículo al final de la web siguiente:

http://www.roldedeestudiosaragoneses.org/noticias/exitosa-y-emotiva-conmemoracion-del-dia-internacional-en-memoria-de-las-victimas-del-holocausto-189/

Por otra parte, Josep San Martín, delegado de la Amical de Mauthausen en Aragón, pronunció las siguientes palabras en el acto de conmemoración y de recuerdo de las víctimas del Holocausto, celebrado en las Cortes de Aragón. Reproducimos el texto, gracias a la amabilidad de Josep.

Escribió Miguel de Unamuno que, a veces, el silencio es peor que la mentira. Desgraciadamente aún hay hoy políticos que pretenden esconder con su silencio incomprensible la realidad histórica que llevó a muchos de nuestros compatriotas a sufrir en propia carne la peor de las barbaries que la Humanidad ha vivido. Es una pena que todavía hoy el homenaje a las víctimas tenga que estar empañado por el menosprecio del olvido de quienes ostentan la representación del pueblo y creen que ya no vale la pena invertir en esfuerzos para recuperar la memoria ¡Quizá da miedo la memoria cuando uno teme encontrarse con sus propios fantasmas!

Preservar la Memoria es el antídoto más eficaz para evitarrepetir los mismos errores en el futuro. Y este fue el objetivo de un grupo de deportados republicanos cuando en 1962 fundaron clandestinamente la “Amical de Mauthausen y otros campos”. De aquello, hace ahora 50 años. No hace tantos años, aunque nos parezca una eternidad… El gobierno franquista no les había reconocido la existencia –según el gobierno franquista no había habido compatriotas nuestros en los campos nazis; el franquismo, que había usurpado la patente de ser español, les había despojado hasta de su nacionalidad–, los medios de comunicación no hablaban de todo ello, su memoria era silenciada. Pero aquellos republicanos españoles se resistieron al olvido y continuaron comprometidos en el recuerdo de todas las víctimas del nazismo. Y continuaron luchando, no sólo contra el olvido, sino también por el futuro, por nuestro presente. Lucharon por la democracia que esperaban, por la libertad que se merecían, porque ellos con su sacrificio infinito habían aportado sus vidas para conseguirla. Porque sabían que el nazismo no es una historia de película, no es un holocausto televisivo, los verdugos no son actores vestidos de SS. Ellos lo habían visto, lo habían vivido, lo habían padecido en su propia carne, habían visto morir a muchos compañeros y compañeras bajo aquella barbarie. Y también sabían que el nazismo, o el fascismo, es una ideología latente cuando no está en el poder. Por eso habían firmado aquel manifiesto, al salir de los campos, que les comprometía a seguir luchando por el “¡NUNCA MÁS!” y seguían en ello, y han seguido en ello. Porque aquel nunca más, sigue vigente hoy día. Este día de Memoria nos lo recuerda con insistencia y es obligación ineludible de los que ostentan la representación del pueblo el recordarlo.

Cuando asistimos a rebrotes de xenofobia, a comportamientos y agresiones donde el motivo principal que los genera es un hecho diferencial de cualquier naturaleza, ya sea: la raza, la ideología, la etnia, la religión, el origen, la lengua... entonces tenemos que preguntarnos si no hemos traicionado nuestro deber de transmitir a las nuevas generaciones el bagaje histórico con el que deberíamos haber aprendido que el ser humano, por el hecho de serlo, no está libre de cometer las barbaridades más execrables y más ignominiosas. Que nada, ni la cultura ni los años y años de progreso de la especie humana, ni un nivel económico avanzado, ni el hecho de ser una sociedad desarrollada... casi nada puede evitar que el hombre cometa las atrocidades más execrables.

Pero sí que hay algo que pueden ayudar a la Humanidad para que no llegue a sufrir situaciones como las vividas en Europa bajo la influencia de las ideologías nazis y fascistas: uno de estos remedios es la educación en el respeto a la persona humana, como portadora de los valores más importantes. Toda ideología que ponga por delante los valores económicos, la preponderancia de una nación sobre otra; de una etnia, de una raza, de una religión sobre las demás; toda educación que supedite la persona humana a cualquier valor material, político, estratégico... lleva la semilla que puede acabar encendiendo conductas de intolerancia, aniquilando la libertad, iniciando cualquier tipo de fascismo y posibilitando que una sociedad determinada caiga en la barbarie más absoluta.

Hemos de mantenernos atentos para evitar cualquier signo de retorno a la barbarie, como dice el estribillo de la cantata de Mauthausen:
Apostemos centinelas,
alertemos a los testigos,
subamos a las alturas
para iluminar el mañana.

Estos centinelas que nos han de mantener alerta han de ser las nuevas generaciones; los jóvenes, que tendrán que asumir el compromiso de mantener viva esta llama de la memoria. Y esto es imprescindible hoy mismo, porque hay síntomas suficientes que nos muestran el renacimiento, tanto en la vieja Europa como en el mundo entero, de elementos que llevan el signo de la intolerancia. La juventud que crecerá en este nuevo siglo ha de ser consciente de la importancia que tiene para el futuro de la Humanidad el hecho de no dejarse envenenar por los discursos de los que defienden o aplauden, o no condenan con rotundidad, las ideologías xenófobas y racistas.

Sólo con el respeto a las personas y a las diferencias que las hacen ser únicas podemos construir un mundo digno. Los nazis comenzaron a ser intolerantes con todos aquellos que eran diferentes y acabaron eliminando físicamente a los minusválidos, a las etnias diferentes, a los que pensaban diferente, a los que eran diferentes y no encajaban en aquella raza superior que ellos imaginaban ser. Y la intolerancia les llevó a los crímenes más execrables, también a la eliminación de un millón y medio de niños.

La memoria y el recuerdo del Holocausto han de ser siempre el motivo que nos recuerde insistentemente que la Humanidad tiene el deber, tiene el compromiso ineludible, de luchar porque algo así no vuelva suceder jamás.

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