lunes, 13 de junio de 2011

GUSEN: un espacio de memoria e indiferencia.

Vista del Memorial de Gusen
Conservar los espacios de memoria siempre resulta polémico y contradictorio, como también lo fueron los conflictos que generaron su existencia y sus consecuencias posteriores. Muestra de lo que decimos lo encontramos en España con las controversias generadas respecto a la exhumación de las fosas, donde yacen los cuerpos de millares de republicanos, abandonadas al vergonzoso destino del olvido.  Polémica y dicotomía moral: identificar a las víctimas, exhumarlas y trasladar sus cuerpos o convertir, in situ,  en un espacio de memoria, los lugares de asesinato y de enterramiento dejando allí los cuerpos para siempre.
La conservación de los campos de concentración y de exterminio nazis  –donde hallaron la muerte millones de personas entre 1933 y 1945- también lleva pareja la contradicción entre restaurarlos y adecuarlos como centro de peregrinaje y de difusión de lo que allí sucedió o bien, por el contrario, mantenerlos intactos tal y como cuando fueron liberados. Esto lo vemos cada año en los viajes de homenaje y conmemoración que realizamos, desde la Amical de Mauthausen, con estudiantes de diferentes  Comunidades Autónomas:
-La escalera de Mauthausen se ha restaurado y su aspecto no es el que tenía cuando los internos se veían obligados a subirla varias veces al día, cargados con los pesados bloques de granito.
-El espacio donde se ubicaban los barracones de los SS, en el exterior del campo, se aprovechó para erigir los monumentos que recuerdan a los diferentes colectivos nacionales, entre ellos el dedicado a los españoles.
-El castillo de Hartheim, donde fueron gaseadas más de 30.000 personas, entre las que se cuentan unos 450 republicanos, también ha sido restaurado y hoy es un centro modélico dedicado a la memoria de las víctimas que hallaron la muerte entre sus muros.
-El espacio donde se ubicaban los barracones de los prisioneros en Ebensee –un subcampo dependiente de Mauthausen- hoy está ocupado por una urbanización de viviendas unifamiliares, conservando un espacio para recordar a las víctimas, pudiéndose visitar también uno de los túneles donde hallaron la muerte, horadando la piedra, centenares de prisioneros.
Pues bien, a pesar de la aparente contradicción, la decisión que hay que adoptar en estos casos no puede ser otra que la de intervenir, por parte de las administraciones públicas, para conservarlos y legarlos a las generaciones futuras con unos objetivos claramente definidos:
-Preservar la memoria de las víctimas, difundir su sufrimiento y mantener vivo los valores morales de su sacrificio.
-Denunciar las ideologías y las actitudes que banalizan la conculcación de determinados derechos humanos por considerarlos insignificantes o propiedad de un determinado grupo social o nacional.
La necesidad de lo que decimos se evidencia en la visita al campo de Gusen, situado a escasos kilómetros de Mauthausen, donde hallaron la muerte, entre 1940 y 1945, más de 40.000 internos, de los que más de 3.500 eran españoles.
Tras la liberación el campo fue desmantelado y sólo unos años más tarde, la preocupación y actuación personal de familiares de las víctimas lograron preservar un espacio, alrededor del crematorio, donde en la actualidad se realizan los actos de homenaje y junto a él, años más tarde se ubicó un centro de visitantes con una exposición permanente que explica las características del campo, el origen nacional de las víctimas y la finalidad de los trabajos forzados, en régimen de esclavitud, que llevaron a cabo los prisioneros.  El memorial de Gusen se convierte cada año en un importante centro de peregrinaje donde confluyen gentes muy diversas, llegadas de diferentes puntos de Europa: italianos, franceses, polacos, rusos, españoles,… 
Edificio que albergaba la administración del campo y que daba acceso a su interior.
Pues bien, a unos escasos 200 metros del Memorial asistimos, un año sí y otro también, a la constatación de la más absoluta falta de sensibilidad y respeto hacia la memoria de la víctimas: el edificio donde se hallaba la entrada al campo pasó a manos privadas y hoy podemos contemplarlo como una residencia particular de una familia que se dedica al cultivo de champiñones utilizando alguno de los barracones que albergaron a los prisioneros.
Barracones de Gusen destinados al cultivo de champiñones.
Enrique Calcerrada[1], un republicano español superviviente de Gusen, testimonió en sus memorias la llegada al campo de los prisioneros, una tarde cualquiera, tras una terrorífica jornada de trabajo:“Al estruendo de los golpes sobre espaldas, cabezas, hombros y piernas, con los gritos de furia aplastada y de resignación mal llevada que arrancaban de los prisioneros, se unían a los lamentos lastimeros de hombres ya acabados. Con rabia contenida veíamos a estos infortunados, manchados de barro y sangre, como si saliera de un abismo. Traían las caras amoratadas, llenas de sangre y pupas, los labios abultados, los ojos hundidos y los pómulos salientes. Mi cuerpo empezó a temblar… cuando vi  que la mayor parte de estos hombres llevaban el triángulo azul en sus ropas, rotas en su mayoría, simples trapos en muchos de ellos. Pero venían tan desfigurados que no podía reconocer a ningún amigo… Tras ellos y para cerrar el cortejo, venía una carreta cargada con cuerpos exánimes, cuyas cabezas, piernas y brazos colgaban por todos los costados, empujada por una reata de presos apaleados por unos cuantos cabos para estimular sus fuerzas”. 
Cada año, la visión de la transformación a que ha sido sometida la entrada del campo, irrita a los familiares que no entienden semejante falta de sensibilidad. Su vista se nubla con lágrimas de impotencia y de rabia al contemplar el lugar y ver cómo los muros, que conducían a la entrada del campo a aquellos desgraciados, hoy se han convertido en la protección de una elegante mansión burguesa utilizada como residencia particular. Las fotografías que muestran estas dos realidades, hablan por sí solas.





[1] Villarta de San Juan (Ciudad Real, 1921) ingresó en Mauthausen el 25 de enero de 1941. Su testimonio: Calcerrada, E.: Republicanos Españoles en Mauthausen-Gusen. Málaga, Caligrama, 2003, p. 130.

1 comentario:

  1. Recuerdo muy bien la indignación que sentí en el viaje por el 65 aniversario de la liberación , al ver esta aberración.

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